jueves, 15 de julio de 2010

Escribir con las entrañas

Creo que fue Unamuno quien impelido por un joven aprendiz de escribiente aconsejó algo así como “sáquese las tripas y póngalas por escrito”. Una sugerencia visceral del no menos apasionado rector de Salamanca que con el tiempo se ha convertido en un lugar común más transitado que la Castellana en plena hora punta y que sirve para que los escritores consagrados despachen rápidamente y sin obligación de meditarlo demasiado a los novatos. Ahora bien, sin que me parezca necesariamente un mal consejo, no deja de asombrarme que una sentencia tan limitada haya hecho semejante fortuna. Porque digo yo que además de con las entrañas se puede, y hasta sería deseable escribir con inteligencia, o con sensibilidad, o con humor, o con elegancia, o con la memoria transformada en base de operaciones estratégicas o con la imaginación en casa rural para los fines de semana. Incluso se podría escribir haciendo combinaciones binarias, ternarias o tetrabricknarias de estos ingredientes. Más aun, ya que nos arremangamos y empezamos a emborronar cuartillas, por qué no hacerlo con todo el equipo puesto. A gusto del consumidor; lo que no es de recibo es pretender poner en la centralidad de la creación literaria única y exclusivamente a las entrañas. Aunque no os lo creáis hoy mientras desayunaba me he dedicado a reflexionar sobre estas cuestiones y tras un vienés bien cargado y un par de muffins puedo anunciaros que he llegado a la conclusión de que tras la admonición del escritor vasco se oculta aquella concepción tan de los románticos que coloca todo atisbo de autenticidad en lo irracional, en lo impulsivo, en el acto no meditado que burla los controles de la inteligencia. Como si la acción de embridar las pulsiones y manejarlas a la luz de la conciencia, la reflexión o el cálculo constituyese un falseamiento de la esencia, de aquello que nace de lo más hondo y por tanto de lo más auténtico. Porque es indudable que quien aconseja escribir con las entrañas está reclamando una mayor autenticidad en lo escrito, como si todo lo demás, inteligencia, sensibilidad, sentido del humor, buen gusto, elegancia, imaginación o memoria no fuera más que una gran mentira, un enorme artificio con el que intentan dar gato por liebre los que no saben cómo llegar a ese manantial de originalidad esencial que brota de las vísceras. En fin, qué queréis que os diga, que a mí el consejo de escribir con las tripas me parece el equivalente literario de aquella otra máxima que repiten con igual entusiasmo y convencimiento los que nada saben del tema: que “al fúrbol se gana echándole más cojones que el rival”. Que no digo yo que no ayude, pero hombre, las cosas son algo más complejas...



2 comentarios:

  1. Me ha dicho Unamuno que transcriba su contestacion que el no tiene tiempo porque le toca su partida de ajedrez semanal con Dios, en resumen me ha dicho: Este chico no tiene ni puta idea de que quise decir con escribir con las tripas, y tiende a confundir la forma con el fondo.

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  2. Eso que baje Unamuno y me lo diga a la cara. Si es que tiene lo que hay que tener: entrañas.

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Como no me copies te pego

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