
Hace ya un montón de años de esta historia, puede que fuese el año 1995, no estoy seguro al cien por cien de ello; empezábamos el campeonato regional por equipos y nos tocó en 1ª ronda el club San Francisco de Badajoz, que por entonces tenía el mejor equipo y nadie le hacía sombra. Eran tiempos en los que el Magic aun no existía; José Mª Beltrán (alias Pepo) presidía la FEA y nosotros nos apañábamos como podíamos con un equipo relativamente joven e inexperto, sobre todo en dos de los tableros, con lo que nuestras esperanzas de sacar algo positivo eran muy escasas. En concreto nos desplazamos hasta Badajoz Juan Diego Caballero, J.Fco Arroyo, José Luis Cruz y yo. A pesar de todo hicimos el viaje entre risas, que a nosotros a moral no hay quien nos gane y hasta nos dábamos el lujo de soñar con sacar algo positivo.
A mí me correspondió jugar con Juan Manuel Carrasco, que venía de ser campeón de España Juvenil de forma sorprendente, así que salvo milagro o mal día de Carrasco poco podía hacer yo. Creo que también jugaban Jesús y Pepo Beltrán, y que Iván Cabezas completaba su equipo, aunque es algo que no recuerdo con seguridad.
Juan Diego cayó pronto en el 4º tablero, Juanfran y José Luis aguantaron más, pero el resultado al final fue el mismo, la derrota. Yo estaba muy relajado, es más, vino a visitarme un familiar durante la partida y tomamos café con mi reloj corriendo, vamos, que iba de sobrao..., tan seguro estaba de mi derrota, de que metería la pata en algún momento de la partida y de que Carrasco me daría la paliza.
La partida fue una defensa Benoni, que nunca ha sido mi favorita, pero en otra ocasión vi como José Luis (Krugius en Letrinas) le ganaba un Marcos Suárez con ella a Germán (alias Buendia en Letrinas), o como Adolfo le ponía en muchísimas dificultades a Julián Figuero, durísimo jugador pacense, y pensé también en las partidas de Tahl con esta defensa, así que tiré p’alante con ella. Carrasco me siguió el juego, pero enseguida se lió y no dio con un plan que le permitiera atacar el peón de d6 (verdadero talón de Aquiles de esta defensa) con lo que me otorgó la iniciativa por el flanco de dama (una de las virtudes de este sistema) y la posibilidad de abrir la columna b y penetrar con la torre en su campo. Conseguí ganarle un peón, con lo que parecía que la partida se iba a decantar de mi lado, pero Carrasco, que no quería cosechar un rosco en su estreno como 1er tablero del equipo campeón, se exprimió al máximo y vaya que si me lo puso difícil.
Llegamos a un final apretado y mis compañeros se mostraban muy inquietos; habían colocado un tablero en la sala contigua y estaban analizando la posición de la partida. Parecía haber un prometedor sacrificio de caballo por dos peones, que junto al que ya tenía de ventaja debería ser material más que suficiente para rematar la partida. La tensión del momento me ponía nervioso, pero como habíamos traspasado el 1er control de tiempo tenía una hora más para pensar, así que me aislé y empecé a ver cosas que no me gustaron. Y es que el sacrificio al que me invitaba Carrasco me llevaba de forma sutil a tirar la partida. El colega me había preparado una celada muy golosa y si me llego a guiar por el impulso la derrota habría sido para mí un palo enorme.
Afortunadamente lo vi, así que tiré por caminos menos escabrosos pero más lúcidos, jugué sólido (como no suelo hacer, pues uno de nuestros defectos es que buscamos la brillantez, en vez de conformarnos con la victoria) y el peón de ventaja hizo su efecto en la posición, venciendo al por entonces vigente Campeón Juvenil de España.
Recuerdo como José Luis, Juanfran y Juan Diego me decían que muy bien jugado, pero que se ganaba de otra forma: ¡sacrificando el caballo! Carrasco y yo nos miramos y al unísono contestamos:¡eso pierde! Carrasco me dio la enhorabuena por la partida, y salimos del mesón taurino felices. A pesar de la derrota del equipo, jamás vi a José Luis tan contento por una victoria mía. El viaje de vuelta fue más agradable si cabe que el de la ida y supuso un primer paso para darnos cuenta de que éramos mucho mejores de lo que pensamos en Almendralejo.