Sería el año 1988 cuando nos compramos este disco, la curiosidad nos podía, uno leía y oía hablar tan bien de este disco que uno no se podía contener. Y cuando llegó y lo pusimos en el tocadiscos alguno se sintió defraudado, ¿dónde demonios están los espectaculares solos de guitarras de Robert Fripp, de quién habíamos oído y leído fantásticas críticas?
Pero uno lo que sí ha aprendido es no a hacer una crítica solo por la audición de una solitaria vez de algo que te han recomendado.
Entonces, te das cuenta de que hay guitarra, pero en un papel muy secundario y muy original. Que mas importante es el saxo y las flautas de Mel Collins, que el pianista Keith Tippett es un músico mayúsculo y que derivaría a corrientes mas jazzísticas, que Boz Burrell le daba el tono adecuado a las canciones. Que Ian Wallace no hacía solos de batería, pero si que se complementaba muy bien con lo que la música requería en cada momento. Y que las letras de Sinfield eran tan o mas importantes que la música que componía Fripp, y que sin las letras de Sinfield estoy convencido de que King Crimson no tendría la fama que tuvo.Y que para hacer este disco, contrataron a una cantante soprano: Paulina Lucas; a Robin Miller que tocaba el Oboe; a Mark Charig que tenía sus oportunidades con la Corneta y a Harry Miller en el Contrabajo. Instrumentos relacionados con el jazz o la música clásica entraban con naturalidad en este disco.
A todos esos músicos se les oye en el corte Islands que da título al disco, una maravilla que se degusta poco a poco, y que con el tiempo se van apreciando todos los detalles que deja en las composiciones Robert Fripp y su forma de ver la música. Esto no es rock sinfónico, ni progresivo, ni jazz, pero tampoco deja de serlo..., posiblemente sea una música que toma prestado de todos los géneros musicales y se ha convertido en ese disco que a cada cierto tiempo tienes que escuchar, por que lo disfrutas, por que te hace sentir bien contigo mismo, por que tiene mucha belleza en su interior. Por tantas cosas es uno de mis imprescindibles. Y ahora con el paso de los años entiendo aquellas críticas tan favorables, y muy posiblemente se quedaran cortos. Ahí les dejo con esa obra maestra.
Pero uno lo que sí ha aprendido es no a hacer una crítica solo por la audición de una solitaria vez de algo que te han recomendado.
Entonces, te das cuenta de que hay guitarra, pero en un papel muy secundario y muy original. Que mas importante es el saxo y las flautas de Mel Collins, que el pianista Keith Tippett es un músico mayúsculo y que derivaría a corrientes mas jazzísticas, que Boz Burrell le daba el tono adecuado a las canciones. Que Ian Wallace no hacía solos de batería, pero si que se complementaba muy bien con lo que la música requería en cada momento. Y que las letras de Sinfield eran tan o mas importantes que la música que componía Fripp, y que sin las letras de Sinfield estoy convencido de que King Crimson no tendría la fama que tuvo.Y que para hacer este disco, contrataron a una cantante soprano: Paulina Lucas; a Robin Miller que tocaba el Oboe; a Mark Charig que tenía sus oportunidades con la Corneta y a Harry Miller en el Contrabajo. Instrumentos relacionados con el jazz o la música clásica entraban con naturalidad en este disco.
A todos esos músicos se les oye en el corte Islands que da título al disco, una maravilla que se degusta poco a poco, y que con el tiempo se van apreciando todos los detalles que deja en las composiciones Robert Fripp y su forma de ver la música. Esto no es rock sinfónico, ni progresivo, ni jazz, pero tampoco deja de serlo..., posiblemente sea una música que toma prestado de todos los géneros musicales y se ha convertido en ese disco que a cada cierto tiempo tienes que escuchar, por que lo disfrutas, por que te hace sentir bien contigo mismo, por que tiene mucha belleza en su interior. Por tantas cosas es uno de mis imprescindibles. Y ahora con el paso de los años entiendo aquellas críticas tan favorables, y muy posiblemente se quedaran cortos. Ahí les dejo con esa obra maestra.
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