Como sea que no quiero seguir abochornando a nadie con lo que escribo aquí, pero en el fondo tampoco me da la gana de dejar de participar cuando me apetezca, a partir de ahora voy a hacer gala de moderación y, tirando por la calle de en medio, sólo dejaré entradas cuando tenga entre manos asuntos lo suficientemente serios y elevados como para no causar rubor a ningún letrino de gustos exquisitos. Oportunidad que por suerte me ha brindado generosamente Alex de la Iglesia con su, por otra parte, infame Balada triste de trompeta. Desde luego que nadie le podrá negar a Alex de la Iglesia la tremenda valentía de la que da muestra al filmar una película tan especial como ésta, o si se prefiere, el tremendo descaro de gastarse un pastón -aunque seguramente la peli tenga menos pasta de la que aparenta- para hacerse una monumental gayola cinematográfica. Se ve que el tío sigue empeñado en demostrarnos que esta España nuestra es lo suficientemente ridícula y con un pasado lo suficientemente despiadado como para no tener nada que envidiar a ningún país al norte de la frontera de El Paso. Si señor, con dos pares bien puestos, el joío se ha fabricado de nuevo cuño y de propia letra un transunto histérico del Joker, pero del Joker más desquiciado que uno pueda imaginarse, de un Joker que haría las delicias del peor Frank Miller, y lo ha soltado por las calles y por los monumentos conmemorativos de la España de Franco, al que ni si quiera se olvida de morder la mano que nos dio de comer a todos, para dejarnos bien clarito una vez más que como escenario de bodrios hollywoodienses la España más casposa va más que sobrada; que digo sobrada, va que se sale. Claro que lo que parece pasársele por alto al señor de la Iglesia es que un bodrio es siempre un bodrio, por mucho que se eleve Carrero Blanco, y todos sabemos que puede elevarse muchísimo.
Pero no es eso lo más destacado de la película ni es eso lo que quiero compartir con todos; que va, lo mejor, y de largo -excepción hecha de Carolina Bang, claro- es la canción de Raphael que da título al flim. ¡Eso si que es un tema serio y elevado de verdad! Y hasta hay quien dice que la exigencia del tema es tal que el propio Raphael apenas se ha atrevido a cantarlo un puñado de veces, que por lo visto hasta le sangran las cuerdas bocales cuando lo intenta, además de los oídos, supongo:
No, si ya veréis, al final a fuerza de prepararme la sección para La Casa del Mundo voy a terminar por cogerle gusto al cante flamenco. Lo cual constituye una tragedia de hondas repercusiones para alguien que, como yo, lo ha odiado durante tanto tiempo y con tanta intensidad, como corresponde a quien se resiste a que le cuelen por la fuerza lo que siempre le han querido colar. Pero claro, uno se encuentra con maravillas como ésta y no le queda más remedio que abjurar de todas sus fobias pasadas y admitir, un poco azorado por la vergüenza y el orgullo herido, la mucha belleza, delicadeza y poderío que atesora el arte de la Pastora. Eso, y acompañarla en su renegar, porque también, como ella,
Quisiera yo renegar yo quisiera renegar de este mundo por entero volver de nuevo a habitar mare de mi corazón volver de nuevo a habitar por ver si en un mundo nuevo por ver si en un mundo nuevo encontraba más verdá
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