Los que me conocéis sabéis que me gusta hacer rutas por la Naturaleza, y uno de los sitios a dónde más solía ir era a la Sierra de Hornachos, un lugar hipnótico, ya que es una sierra que uno no sabe si pertenece a los Montes de Toledo o a la Sierra Morena (por mi información son los últimos estribos de esta última), por lo tanto está aislada de estos dos bloques montañosos.
Además se da la circunstancia de que es un oasis para los animales, ya que está rodeada de campos de labor, Vides, Olivos, Cereales, etcétera; que hacen de este lugar un refugio para la vida salvaje de la Comarca de Tierra de Barros, el Pico de la sierra llega a los 990 metros de altitud, y es el segundo mas alto después de la Sierra de Tentudía. Por difundir mayor información sobre los valores naturales de este paraje, he de decir que se vieron los últmos lobos en los años 50, pero que una especie tan amenazada como el Lince Ibérico todavía trasiega y sobrevive en Hornachos. Lo que dice mucho del estado natural en el que se mantiene.
Como os decía, siempre recordaré el año de la Exposición Universal de Sevilla, cuando 4 aventureros nos vamos el día de Nochebuena a la sierra de los Pinos a buscar una cueva: llamada de Hércules, dicen de ella que es muy profunda y que tiene una cantidad de cosas curiosas por ver. La mañana salió con neblina ya en Almendralejo y eso nos hacía ser pesimistas, pues si en un lugar llano está metida la niebla, en plena sierra..., el caso es que tras 45 minutos de viaje llegamos a la sierra en concreto.
Nos saltamos el desayuno (este detalle tendrá importancia mas tarde), pues teníamos ansia de descubrir la cueva y total, eso estaba allí al lado (según el mapa, claro) pero hora tras hora, y buscando por todos los recovecos y abrigos de la sierra, no encontrábamos la dichosa cueva. Mientras, la niebla seguía bajando y ésta cada vez era más espesa, y hacía mas frío, y la frustración por no descubrirla nos hacía pensar “y qué bien se tenía que estar en Almendralejo tomando las cañitas” en vez de pasar frío buscando entre Acebuches y Coscojas a la Cueva de Hércules, de la que tampoco teníamos seguridad de que estuviese en este lugar de la sierra.
Así que para darnos un homenaje y olvidarnos de esos pensamientos tan negativos, pillamos los bocatas antes de tiempo, ya que uno de los compañeros se lesionó al darse con un peñasco en la rodilla y no podía andar bien, por lo tanto paramos; para mitigar el frío intentamos encender una candela, y no es que no hubiese leña, pero con la humedad aquello era prácticamente imposible, así que ríete tú del Bear Grylls ese, pero uno de nosotros se percató de que tenía papel higiénico y con unas pocas de cerillas (estaban contadas) nos sirvió para encender la fogata, pero había que hacer que tomase fuerza, y allí los 4 soplando para que no se apagase el fuego..., cuando conseguimos estabilizarla aquello nos dio moral, pero mierda, el bocadillo tampoco era para tanto y coño, que era el día de Nochebuena y todo el mundo esos días se pone hasta las trancas de comer, nosotros seguíamos teniendo hambre y el frío todavía estaba latente.
Bueno, mientras que el fuego aguantó, echamos una charla y ya como estábamos cerca de la cumbre, decidimos subirla, allí pudimos ver el lado de la umbría (cara norte de la sierra) y curiosamente se dio uno de esos momentos mágicos que te regala la Naturaleza, ya que el cielo se “abrió” momentáneamente con lo que vimos un azul impresionante y los rayos de sol nos dieron en el rostro por primera vez en todo el día, lo comentábamos de forma alegre esa circunstancia cuando de repente, a nuestra izquierda y apenas a 4 metros de nosotros la espectacular silueta del águila-azor perdicera siguiendo el clásico patrón del día de caza, sobrevolando entre la solana y la umbría a ver si salta el conejo o la perdiz, y es algo que a mí no se me olvidará en la vida, esa imagen de la rapaz, más el cielo azul, hicieron que ese día de Nochebuena, de tantísimas penurias, fuera una experiencia inolvidable. Pues ¿cuantas veces en la vida te pasa un Águila-Azor Perdicera tan cerca?
Y no vimos la cueva, pero al final tampoco nos importó. Volvimos por la tarde y a la cena de Nochebuena le dimos un buen repaso, y aquel viaje nos dio recuerdos para comentarlos durante muchos años, como las buenas aventuras.
Para darle un relleno mas a esta entrada, he aquí un tema de Phineas Newborn.
Qué hermosa comunión la de la naturaleza con la Naturaleza, la de la mutua admiración de lo indistinguible. Aunque a ser sinceros y para que la comunión fuera completa, yo pensaba que nos ibas a contar una historia de canibalismo forzoso en el que al final tú eras el único superviviente porque nadie se te quiso comer. Primera regla del periodista profesional: nunca permitas que los hechos te estropeen una buena historia.
ResponderEliminarAtropellé accidentalmente con el coche a una águila-azor perdicera hace unos buenos pocos de años, más o menos por la zona que dices y en vacaciones de navidad. La tomé en mis manos y me hice con su cadáver un buen arroz. Me supo exquisito; es una experiencia única pero que recomiendo a todo el mundo.
ResponderEliminarSerá la 1ª vez en mi vida que veo que se atropella a un águila perdicera, pues no es de las que se acerca a la carretera, mas bien rehuye del hombre, no como los milanos que tan comunes son en las autovías de España. Así, que por ese lado: nada.
ResponderEliminarEl águila perdicera, además de ser una de las mas atractivas rapaces, es una de las mejores voladoras (cazar perdices no es nada sencillo) y yo he tenido la fortuna de verla cernirse, quedarse en un punto fijo en el cielo y solo mover las alas, para mantenerse en ese lugar, a pesar de tener el viento en contra. Fue un lujazo.
No me comería nunca a una rapaz, sobre todo por respeto; ese mismo respeto que le tenían los indios a las águilas, al coyote, a los lobos..., y a cualquier elemento de la Naturaleza. Y sé, Adolfo, que tu harías lo mismo que yo.
Otro día te contaré, Mr Moore, lo que sigifica el compañerismo en la Montaña, entonces, verás que lo del canibalimo no entra en mis planes, ante circunstancias desfavorables.
Ya hombre, ya, y Alicia jamás cayó en la madriguera ni quedó atrapada al otro lado del espejo. Pero tiene más gracia si hacemos como que sí.
ResponderEliminarGracias por compartir esta experiencia, Paco, me ha gustado un montón la entrada. Animate a poner más de este estilo, por favor, y si incluyes fotos de tu cosecha, mejor que mejor.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Antonio, por el agradable comentario al post.
ResponderEliminarEste fin de semana he estado en la Sierra de Gredos, y tengo pensado escribir algo. Si hay suerte, le pondré unas bonitas imágenes estelares..., os gustarán.
Me gustaaaaaa. Y yo también tengo prevista una visita a la Peña de Francia en mis vacaciones del mes que viene. Prometo poner también unas fotos,a ver si gustan.
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