Si hablamos de los hermanos Hernández, lo tópico es decir que Beto es el serio, el de las historias complejas y profundas (Río veneno, pongamos por caso), mientras que Jaime es el desenfadado, el de las chicas aventureras, los mecánicos prosolares, los superhéroes imposibles y las reinas de la lucha libre. Pero lo cierto es que basta pasearse por las páginas de un tebeo como La educación de Hopey Glass para darse cuenta que esa clasificación hace ya mucho tiempo que se le quedó pequeña a Jaime. Frente al tópico, las historias de este álbum nos descubren a un Jaime Hernández maduro, que ha encontrado su verdadero espacio narrativo no en la fantasía y la ciencia ficción de sus primeros cómics, sino en la crónica de las desventuras de esa generación punk formada por chicos y chicas de origen hispano que se criaron en la California de los años 80, en una época marcada por el desencanto tras el fracaso de la revolución hippie de los 70. Pero no sólo nos encontramos ante la madurez del autor de Locas; también sus personajes parecen haber entrado de manera irreversible en esa etapa tan prosaica de la vida. En La educación de Hopey Glass veremos a Hopey, la niña rebelde y con frecuencia violenta de otras historias convertida en -¡¡quién lo diría!!- profesora auxiliar de una escuela de educación infantil; a Maggie, su inseparable compañera de aventuras, transformada en una rellenita madura que nada tiene que ver con la Maggie de Mechanics y, finalmente, a Ray, el ex-novio de Maggie, y a su amigo Doyle errar perdidos por un mundo, el de la alocada juventud, que decididamente los ha dejado atrás de forma definitiva, por más que a ellos les cueste admitirlo. Pero sobre todo con La educación de Hopey Glass tendremos el privilegio de ver deambular ante nuestros ojos un trocito de vida; de una vida tal vez no especialmente memorable ni heroica, pero sí muy sincera y emotiva.
Eso sí, por una vez y sin que sirva de precedente me temo que si queréis leerlo no os va a quedar más remedio que pasar por caja. O buscarlo en alguna biblioteca. De todas formas, merece la pena.
Uno.
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