De vez en cuando, descubres lugares más o menos intactos, donde la mano del hombre todavía no ha aprisionado a la naturaleza y esta se despliega con cierto esplendor. Ver bosques de Robles, aderezados de Fresnos, Alisos, Sauces, Saucos, Espinos, Enebros, Encinas, y algún que otro relíctico Acebo, es ya poco frecuente.
Menos común, incluso, es encontrarte pozas limpias de plásticos y basuras, donde las truchas se guardan entre las piedras del fondo del río de las fauces de la voraz Nutria, que vive sólo por y para el pescado.
También puede uno encontrar en ese recóndito lugar de Extremadura, el vuelo vigilante del Mirlo acuático, o de la Lavandera Cascadeña escrutando la poza del río en busca de larvas; y en el atardecer se ve al Gavilán, pequeña rapaz de bosque intentando cazar algún pajarillo para llevárselo a su nido y alimentar a su prole.
Llegando la oscuridad de la noche, los cantos del Cárabo se adueñan del lugar, allí están a la espera de que el ratón campestre salga a campo abierto.
Y he aquí a donde quiero llegar, pues tumbado dentro del saco de dormir, dándote el aire templado de la noche de verano, uno empieza a vislumbrar las primeras constelaciones; por allí se adivina Escorpio, y un poco más a la izquierda Sagitario... Tras el paso de las horas se ocultan Venus y la Luna, pero sale a la palestra Júpiter. Observas nuestra galaxia: La vía láctea, y mas allá la galaxia de Andrómeda. También descubres la constelación de Delfín, o la pequeñísima Flecha, la gran Cignus y Aquila; el cielo no defrauda: te da motivos para soñar cosas mejores, para olvidar estos tiempos de crisis y penurias y sobre todo para especular con las interesantes observaciones de Stephen Hawking, la necesidad del ser humano de empezar a buscar otro sitio donde vivir (Marte, por ejemplo) si quiere perdurar como especie. Tras un millón de años de existencia, parece que nuestro destino está señalado... y mucho antes de lo previsto.
Así pasé el fin de semana en la Sierra de Gredos, disfrutando y reflexionando. Lejos de ruidos y cerca de olores desconocidos pero agradables de las plantas aromáticas: menta, orégano, cantueso, tomillo, hierba sapera... Todo un goce para los sentidos.
Coño (uy, que eso no se puede decir) fotos nuevas. Y bien hermosas; no me gustan tanto como la selección antigua, pero también pueden valer. Tienen un toque tan... no sé... tan natural.
ResponderEliminarMira tú qué fotos. Aunque todo hay que decirlo, lo de la versión antigua tenía mucha gracia. Esas fotos de los gavilanes, el zodiaco y las plantas aromáticas tenían mucha gracia. Anda que no te lo tuviste que pasar bien. Por cierto, que en la segunda foto, la del pozo en el río, es curioso ver a los dos "submarinistas" a pulmón libre.
ResponderEliminarY eso que no he podido poner lasimágenes de las constelaciones, porque han salido movidas y pierden mucho. Que sino, seguro que os apuntáis a la siguiente movida mochilera.
ResponderEliminarLas otras imágenes tenían algo, un nosequé muy borde.
Típico de Alan Moore.
Decir que en la foto del atardecer se ven de forma muy tenue,el planeta Venus y la Luna en fase nueva.
ResponderEliminarA mí lo que lo que siempre me ha fascinado más de Venus es su monte... Es lo que tiene la afición al alpinismo.
ResponderEliminarLa verdad que Venus no tiene bosque, por que allí hace un calor que te cagas.
ResponderEliminarAsi que no entiendo esa afición tuya. ¿hablamos de la misma Venus?