Vuelvo a retomar el blog de Letrinas, para escribir sobre la ruta montañera que hemos hecho el fin de semana del 26 al 28 de septiembre.
Los mochileros, hemos sido Roberto, Juan, Juanfran y este que escribe esta pequeña crónica de lo sucedido.
Como de Almendralejo iba yo solo, me acerqué a Oropesa de Toledo y desde allí me fui con Roberto a la Plataforma de Gredos, pasando por el Puerto del Pico, una zona que tenía olvidada, ya que suelo ir por la zona de Hervás... Pero es bonito ver la antigua calzada romana por esas zonas. Antes de llegar a la Plataforma, paramos cerca del Río Tormes, donde hay una fuente y allí repostamos de agua mineral, mucho más sana y natural que la que traíamos.
En el párking de la plataforma ya preparamos todo el material para irnos, y tomamos la dirección al refugio del Prado Puerto, éste está en dirección al Pico La Mira. Andamos muy poco, apenas para calentar los músculos, al llegar al refugio, vimos que había alguien que ya le estaba dando uso, un tal Samuel de Suecia, que estaba haciendo meditación y ayuno durante 10 días, y Juan se puso a practicar su inglés de Duolingo y parece que ha mejorado ostensiblemente. Samuel se fue a dentro a dormir y nosotros nos quedamos fuera a admirar las constelaciones estelares, ya que era una noche ideal, sin luna, con un poco de fresco pero no mucho, sin nubes... Roberto y yo nos pusimos dentro de un corral de piedra, y fue una buena idea, por que a partir de las 4 de la mañana el viento empezó a soplar fortísimo, y eso nos protegió durante toda la noche.
A la mañana, las aves empezaron a salir desde bien temprano, sobre todo eran las collalbas grises las que más abundaban, algún cernícalo pasaba rápidamente, por que el aire no se calmaba. Después de desayunar nos pusimos a hacer el camino en dirección a La Mira (2343 msnm), Juan y Juanfran que ya habían hecho la ruta esta el año anterior, nos mostraban la senda a seguir. Pero al final, con mi step by step (que aprendí de Hussein en la ascensión al Toubkal) y que mis compañeros gustaban de parar a hacer fotografías, eso me ponía al frente del grupo. Me sorprendió la cantidad de gente que hizo esta ruta a La Mira, por esa zona lo que abunda es el piorno, un matorral y entre ellos, el acentor común, que va a buscar insectos y se protegía del aire que iba cada vez a más. Hicimos una parada técnica, donde sacamos unos frutos secos y nos protegimos del aire un ratito, después avanzamos hasta llegar a la fuente de Los Pelaos, que tiene un refugio derruido, es una lástima que la Junta de Castilla y León no se preocupe del mantenimiento de estos históricos edificios, que son el lugar de descanso de muchos aficionados a la montaña y que ven como se deterioran año a año.
En la fuente, que tiene un caño por donde sale el agua, tenía un problema de logística, ya que a los pocos metros debía de girar a la derecha el agua y salir en dirección a otro tubo, y así aprovechar mejor el recurso y llenar más rápido las botellas, así que me arremangué, metí la mano en el agua helada y empecé a sacar hierbas que tapaban el tubo, poco después el agua, corría por donde sí tenía que ir, después de esa labor de limpieza, nos pusimos a comer e intentar descansar un poco, pero a mí el viento no me dejó dormir ni un miserable minuto, sin embargo Juanfran dormía como un lirón.
Aquí yo cogí el camino a La Mira directo, ellos se acercaron a un mirador, para ver los Galayos desde más cerca. No tardaron mucho en llegar, y a las cinco de la tarde nos dimos una paliza de tres horas y media andando. Ya que desde La Mira había que ir al Refugio del Rey, que está a unos 14 kilómetros de distancia, y no precisamente son llanos, ahora se sube una loma, después se baja, ahora la senda se pierde, después hay que tirar entre piornos, y el cielo cada vez más gris y encapotado, que hacía que el frío se metiese dentro de nuestro cuerpos, así que decidí abrigarme bien, pero eso no hacía juego con el cinturón de la mochila, la cual tuve que llevar abierta, cargando los hombros y la zona lumbar, por lo que tras llegar al Refugio del Rey, y dejar la mochila, noté que estaba a puntito de darme un tirón en las lumbares. Juan también dijo que llegó justito de fuerzas, que simplemente se propuso llegar, pero que no estaba con más cuerpo para dar un paso más y Roberto que venía todo el tiempo conmigo, no paraba de decir que estaba muy fuera de forma y que le costaba mucho avanzar. Juanfran era el más fresco, pero tampoco iba sobrado, creo que la paliza del sábado, ha sido una de las mayores de estos últimos años.
Encima cuando llegamos, el Refugio del Rey, que está derruido en un 80% del edificio, la parte más protegida, estaba ocupada por tres chavales que habían llegado antes que nosotros. Así que dos alternativas, o poner el doble techo y hacer un estarivé para protegernos del aire y la lluvia (posición de Juanfran) o meternos en una parte que está medio techada y que parcialmente nos protegía de las inclemencias del tiempo (el resto pensábamos que era mejor esto). Menos Juan, todos cenamos, no muy abundante, pero sí lo suficiente para recuperar fuerzas, también me puse una crema para las lumbares que me recuperaron bastante y Juanfran me presionó en la espalda para recolocar algunas vértebras (y apretó con ganas, el joío), lo que dejó bastante recuperado. Nos ajustamos lo mejor posible para compartir el poco espacio habitable, y capeamos la noche como pudimos, las rachas de viento eran increíbles, la niebla se nos metía durante la noche, lo que condensaba más la humedad y nuestro techo empezaba a dejar ver bastantes goteras, que hacía que el agua se filtrase y llegase a nuestros sacos de dormir, y aunque habíamos prevenido esa circunstancia, la lluvia y las rachas de aire hicieron que toda esta previsión fuera insuficiente, al final, los sacos, excepto el de Juanfran terminaron mojados, unos mas y otros menos, pero mojados, a fin de cuentas.
Por fin amaneció, nuestros vecinos se despertaron antes y se fueron antes de que nosotros nos levantásemos, la niebla y la lluvia seguían por la mañana, hubo que desmantelar bien las esterillas, sacos y ropa antes de desayunar, nos costó un par de horas preparar la mochila bien, y así tomar el camino de vuelta a la plataforma, lo que pasa es que pillamos un camino que nos llevaba al pico Morezón, así que hubo que reajustar la ruta, en la vuelta vimos que los arroyitos llevaban agua, y eso siempre es una alegría, desde el refugio del rey, en apenas una hora, ya habíamos llegado a los vehículos. Nos cambiamos un poco de ropa, la humedad lo había calado todo hasta el fondo.
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