Lo he leído en cientos de páginas y revistas, Darwyn Cooke es el nombre, Darwyn Cooke es el hombre, pero pensaba yo... ¿un tío que hace superhéroes? ... ¿un tío que aceptó continuar mil siglos después el The Spirit de Eisner? ... Venga ya, ¿cómo va a ser bueno alguien que comete semejantes tropelías? Pues sí... Darwyn Cooke es el hombre. Por supuesto habrá que leerle más cosas, pero la primera impresión es inmejorable. Dibujo, color, argumento, personajes... Lo tiene todo este DC: The New Frontier.
Ya he avisado en otras entradas que el de los superhéroes no es precisamente mi género favorito; la mía ha de tomarse como una mirada desde la distancia. Pero en fin, visto desde la perspectiva que ofrece la lejanía diría que para conseguir unos superhéroes verdaderamente logrados es requisito indispensable liberarlos del yugo asfixiante de la continuidad y, una vez libres de él, manejar aquella al gusto, jugar con ella, rectificarla, posar la atención en aspectos marginales o menos conocidos de la misma... Algo así viene a hacer aquí Darwyn Cooke con el universo DC. Retoma sus personajes e Histora y los reescribe a su antojo para armar un relato alternativo que seguramente nunca figurará en las crónicas oficiales de este universo, pero que pese a ello rescata y ensalza como pocas veces antes sus verdaderas esencias. Porque DC: The New Frontier es ante todo una oda apasionada y apasionante al concepto del superhéroe clásico.
Me da la impresión de que de alguna manera Cooke ha logrado firmar con ella lo que vendría a ser el reverso luminoso de Watchmen. Del universo de Moore y Gibbons toma prestada una de sus premisas fundamentales, la de ese mundo que se rebela contra la existencia de los superhéroes, que quiere seguir su curso al margen de los mismos, que ve en ellos más una amenaza que una garantía y que, en consecuencia, trata por todos los medios de ponerles coto. También Cooke promulga su propia Acta de Keene y también, como en Watchmen, los vigilantes de esta linea alternativa deben elegir entre poner sus habilidades a las ordenes del gobierno, retirarse o continuar sus actividades superheróicas en la más absoluta clandestinidad. Pero a diferencia de aquel, que aun estando fuertemente influido por la existencia de los vigilantes seguía guardando más puntos en común con nuestra realidad que con la de los superhéroes, el mundo que imagina Cooke es un mundo que les pertenece a ellos.
Podría decirse que Watchmen es la historia de los superhéroes arrancados de su lógica de cómics y trasplantados a nuestra realidad; una historia donde los superhéroes se ven desbordados y superados por los mecanismo que rigen esta realidad que no es la suya. Y podría afirmarse que The New Frontier es la historia de un mundo, el nuestro, que arrancado de su propia lógica es trasplantado a la realidad de los superhéroes; una historia donde es nuestro propio mundo el que se ve desbordado y superado por los mecanismos y convenciones que rigen la realidad de los superhéroes.
En el muy politizado mundo de Watchmen, donde predominan las razones de Estado, los superhéroes parecen estar de más. Los vigilantes no sólo no pueden resolver esos conflictos políticos sino que además los agravan: el Doctor Manhattan rompe peligrosamente el equilibrio de fuerzas de nuestra realidad y hace casi inevitable el conflicto nuclear; Ozymandías, por su parte, haciendo una lectura del conflicto más propia de los tebeos de superhéroes que de nuestra realidad -aunque lo niegue todo su plan es digno de un villano de opereta- acaba exterminando a más de tres millones de personas, mientras que el resto de los vigilantes, impotentes, no consiguen impedírselo. Y todo ello sin que en verdad se resuelva nada, como deja claro el demoledor "nada termina nunca". Más aun, en Watchmen Ozymandías tiene que crear su propio monstruo lovecraftiano porque esa realidad no admite semejante tipo de seres.
En The New Frontier, y he ahí donde radica la gran diferencia con Watchmen, por más que el mundo pretenda parecerse al nuestro e ignorarlas, las típicas amenazas lovecraftianas del universo superheróico existen, son muy reales y hacen de los superhéroes salvarguadas indispensables de las que no se puede prescindir. Quieren esconderlos bajo la alfombra, pero este mundo les pertenece a ellos; ellos son sus grandes adalides y como tales merecen su respeto y su admiración. Y a ello se aplica Cooke con suma diligencia y entusiasmo. Ya digo, una auténtica declaración de amor al género.
En el muy politizado mundo de Watchmen, donde predominan las razones de Estado, los superhéroes parecen estar de más. Los vigilantes no sólo no pueden resolver esos conflictos políticos sino que además los agravan: el Doctor Manhattan rompe peligrosamente el equilibrio de fuerzas de nuestra realidad y hace casi inevitable el conflicto nuclear; Ozymandías, por su parte, haciendo una lectura del conflicto más propia de los tebeos de superhéroes que de nuestra realidad -aunque lo niegue todo su plan es digno de un villano de opereta- acaba exterminando a más de tres millones de personas, mientras que el resto de los vigilantes, impotentes, no consiguen impedírselo. Y todo ello sin que en verdad se resuelva nada, como deja claro el demoledor "nada termina nunca". Más aun, en Watchmen Ozymandías tiene que crear su propio monstruo lovecraftiano porque esa realidad no admite semejante tipo de seres.
En The New Frontier, y he ahí donde radica la gran diferencia con Watchmen, por más que el mundo pretenda parecerse al nuestro e ignorarlas, las típicas amenazas lovecraftianas del universo superheróico existen, son muy reales y hacen de los superhéroes salvarguadas indispensables de las que no se puede prescindir. Quieren esconderlos bajo la alfombra, pero este mundo les pertenece a ellos; ellos son sus grandes adalides y como tales merecen su respeto y su admiración. Y a ello se aplica Cooke con suma diligencia y entusiasmo. Ya digo, una auténtica declaración de amor al género.
Lo que, por otra parte, estando muy bien no es ni de lejos lo mejor de The New Frontier. Lo mejor es el arte -no hay otro sustantivo para él- que despliega Cooke en sus páginas. Un dibujo evocador que a mí me recuerda principalmente al Batman de Bruce Timm, al The Spirit de Will Eisner y el Año uno de David Mazzuchelli, con composiciones de página que toman como base las tres viñetas horizontales por plancha, lo que dota a su narrativa de un muy atractivo aspecto de cinemascope. Decía al principio de la entrada que liberar al superhéroe del yugo de la continuidad se me antoja un requisito esencial para hacer de ellos un género interesante. Ahí va otro consejo: liberar al dibujo de la clásica influencia de los John Busceman, Neal Adams o los chicos de Image, que hasta hace no demasiado ahogaban la personalidad de los dibujantes. Ese me parece otro de los grandes logros de los tebeos de superhéroes más recientes; cada propuesta guarda rasgos propios que le ortorgan una identidad, la de sus autores, que brilla por encima de las convenciones y exigencias del género y de la que indudablemente sale muy beneficiado el tebeo.
Sólo siguiendo ese camino los superhéroes pueden aspirar a superar su condición de mero producto industrial y a convertirse definitivamente en creaciones genuínas. Vamos, me parece a mí.
Bueno, ya sabéis que mi género favorito son los superhéroes, qué cojones. Lamento no haber leído todavía este fantastilloso cómics pero en breve lo haré y podré responder como Odín o Crom en su montaña mandan.
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