viernes, 1 de abril de 2011

A un amigo poeta

Costó trabajo convencer a Don Miguel (no el de Cervantes, pero para nosotros como si lo fuera) para que participase en nuestro programa de radio, y en el que intentábamos terminar con una poesía, pero ni Joaquín, ni Pedro son buenos recitadores, Miguel sí, pero (el muy c....) se hacía el remolón, como todos esos artistas que saben que tienen un don especial, y que se lo suelen guardar para ellos, hasta que un día te lo muestran, entonces le das un par de collejas y le dices: "tío, pero qué egoista eres..."

Así que medio avergonzado y medio nosequé, se acostumbró a acompañarnos a la radio, primero le hicimos una entrevista, después nos recitó sus poemas, y ahora recita a sus poetas predilectos, ahí, a mí me descubrió a León Felipe, y cuando el día 22 de Marzo, un día un tanto extraño, por que nos falló el entrevistado amén de que Jesús Lozano estaba griposo y fue también baja, pues tuvimos que improvisar mucho más de la cuenta, entonces, Miguel se acercó al micrófono, y nos deleitó con uno de esos momentos mágicos que solo la radio puede conseguir.

Miguel tiene una voz grave, yerra en varios momentos de la poesía, porque se deja ir, se mete tan dentro de lo que está leyendo, que ya no lo lee, sino que consigue hacer el poema suyo, interpretándolo, dándole la vuelta hasta quedarlo a su gusto. Además encaja a la perfección con la música de fondo que eligió ese día, empezando y terminando en el momento justo.

Son cosas de musas, como dicen los poetas...

Os dejo el corte para que lo podáis oir y el poema para que lo podáis leer.




¡QUÉ LÁSTIMA! (LEÓN FELIPE)

¡Qué lástima!
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!

¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde ésta a aquella comarca.

¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
en la estepa castellana

Y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada:
Pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
Y mi juventud, una juventud sombría, en la montaña.

Después ... ya no he vuelto a echar el ancla
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.

¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra mano en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!

Porque .... ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?

¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo... en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...

Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente al través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.

Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja muy blanca...
En una caja muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana ...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por este cristal de mi ventana ...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa ...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

8 comentarios:

  1. Muy bonitas tus palabras Paco, seguro que Miguel ahora está mucho más avergonzado :P

    En cuanto pueda, escucho el programa del día 22.

    Un abrazo.

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  2. Gran poema, aunque me queda la duda de si lo seguiría siendo sin la magistral lectura de Miguel. Bueno, en verdad no lo dudo nada; sin la voz de Miguel el poema sería infumable. De hecho, ¿a cuántos conocéis que lo hayan utilizado alguna vez como papel de fumar? Por algo será...

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  3. Los poemas que son narraciones nunca me han chiflado. Este poema, sin embargo, sí me ha gustado; y el mérito está en cómo lo ha recitado Miguel. Abrazos.

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  4. Si señor, buena lectura, de las que calientan el alma.Saludines para todos.

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  5. Os agradezco el comentario podría pensar que sóis encantadores, pero me temo que el encantador soy yo, ya que vuestro buen quehacer de mi persona me hace sentir así.
    Un saludo, gracias.
    Miguel Castillo.

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  6. Gracias a ti, Miguel. Y sí, estoy con Adolfo, el poemas es basura, puro desvarío de un narrador frustrado al que no le queda más camino que refugiarse al amparo del género chico, la poesía, para dar salida a sus historietas de deshecho. Una vergüenza. Menos mal lo arregló Miguel...

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  7. Cerdos, Miguel escribió el poema o al menos lo reescribió de tal forma que la forma engulló al fondo, cerdos

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  8. Como aún en estos días, de ficciones y largas mentiras, pueda emocionar una simple voz rota y gastada..unos versos dignos, dognos de alabamza!!!
    Enhorabuena Miguel...de un amigo de Huelva, mis más sinceras felicitaciones.
    Roberto. Cala

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Como no me copies te pego

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