Pues nada, para amenizar la tarde, un pequeño relato lo bastante estúpido y desinformado como para que me merezca la pena escribirlo. Que lo disfrutéis.
La conversación
La luz eléctrica se desplomaba mortecina sobre las paredes grises del angosto pasadizo y por un momento tuve la sensación de encontrarme en uno de aquellos edificios oficiales de mi juventud, uno de esos ministerios y consejerías que parecían querer imitar con sus laberínticos pasillos las asperezas propias de la burocracia. Un suave siseo, schhh, schhh, schhh, apenas perceptible entre el tumultuoso silencio, se elevó a través del cableado del piso y el sistema de rieles comenzó su marcha, transportándome con ritmo uniforme por la sala. La corredera sobre la que me desplazaba iba a morir a los pies de un agregado de muebles –algunas silletas, un mostrador y un biombo alto- situado al final del pasillo. El mecanismo me arrojó bruscamente contra una de las silletas y me recliné como pude procurando apoyar las muñecas esposadas sobre la mesa. El mobiliario tenía un diseño extraño, como sacado de un catálogo industrial futurista, pero no se le podía negar su comodidad, lo eficiente que resultaba en su cometido de albergar la anatomía humana. Esperé largo rato. No podía ver nada a través del biombo. Me sentía nervioso y añoré el efecto benévolo de la nicotina operando en mi organismo. Una voz inflexible, procedente del otro lado del biombo, me sustrajo de mis pensamientos.
La conversación
La luz eléctrica se desplomaba mortecina sobre las paredes grises del angosto pasadizo y por un momento tuve la sensación de encontrarme en uno de aquellos edificios oficiales de mi juventud, uno de esos ministerios y consejerías que parecían querer imitar con sus laberínticos pasillos las asperezas propias de la burocracia. Un suave siseo, schhh, schhh, schhh, apenas perceptible entre el tumultuoso silencio, se elevó a través del cableado del piso y el sistema de rieles comenzó su marcha, transportándome con ritmo uniforme por la sala. La corredera sobre la que me desplazaba iba a morir a los pies de un agregado de muebles –algunas silletas, un mostrador y un biombo alto- situado al final del pasillo. El mecanismo me arrojó bruscamente contra una de las silletas y me recliné como pude procurando apoyar las muñecas esposadas sobre la mesa. El mobiliario tenía un diseño extraño, como sacado de un catálogo industrial futurista, pero no se le podía negar su comodidad, lo eficiente que resultaba en su cometido de albergar la anatomía humana. Esperé largo rato. No podía ver nada a través del biombo. Me sentía nervioso y añoré el efecto benévolo de la nicotina operando en mi organismo. Una voz inflexible, procedente del otro lado del biombo, me sustrajo de mis pensamientos.
-Iniciando proceso de intercambio de datos. Estableciendo conexión. Ajustando código de intercambio. Seleccionando ítems…
Guardé silencio. La voz continuó por un breve instante con su retahíla de tareas. Al fin se dirigió a mí:
-Por favor, introduzca para cada proceso los inputs óptimos que maximicen el rendimiento de los sistemas propuestos.
Quise preguntar de qué diablos me hablaba, pero desistí. Sabía que no serviría de nada. Continué escuchando pacientemente, con la estúpida esperanza de comprender algo de lo que se me decía:
- Interpelación primera: Si en un algoritmo de n vectores sectoriales se intersecan dos parámetros matriciales de rangos ortogonales ¿Cuántos conectores hilbertianos serán necesarios programar?
- Interpelación primera: Si en un algoritmo de n vectores sectoriales se intersecan dos parámetros matriciales de rangos ortogonales ¿Cuántos conectores hilbertianos serán necesarios programar?
Miré a mí alrededor desconcertado, buscando algún asidero al que agarrarme, algo que pudiera resultarme familiar y me infundiera ánimos. La oscuridad del largo pasillo aumentó todavía más mi turbación. Al otro lado, el biombo se alzaba como una muralla implacable.
-Por favor, introduzca los inputs óptimos que maximicen el rendimiento del sistema propuesto- repitió la voz monocorde.
Sentí ganas de llorar.
-Por favor, introduzca los inputs óptimos que maximicen el rendimiento del sistema propuesto – martilleó de nuevo.
-Mil trescientos veintiocho- respondí al azar, casi sin saber lo que decía.
-Gracias. Interpelación segunda: En sistemas monofásicos de retroalimentación bipolar, ¿qué carga de almacenamiento en paralelo deberá soportar una arquitectura modular?
-¿Qué...? - No comprendía ni papas. No sabía qué idioma era ese que se servía de palabras comunes para componer oraciones completamente absurdas.
-Interpelación segunda: En sistemas monofásicos de retroalimentación bipolar, ¿qué carga de almacenamiento en paralelo deberá soportar una arquitectura modular?- Volvió a preguntar desapasionadamente.
-Interpelación segunda: En sistemas monofásicos de retroalimentación bipolar, ¿qué carga de almacenamiento en paralelo deberá soportar una arquitectura modular?- Volvió a preguntar desapasionadamente.
-La que cabe en tres quintales de trigo dorados al sol de la ribera del Cáucaso- grité otra vez al azar. Seguía sin entender nada, pero cada vez me importaba menos. Lo único que quería es que todo acabara lo antes posible y me dejarán en paz.
-Gracias. Interpelación tercera: Si en los circuitos aplazados de una red analógica de rendijas integradas, un bucle recursivo bloquea el acceso a la memoria auxiliar ¿cómo resmasterizaría el conglomerado diamérico de la subsección cortocircuitada?
- Desplazándome velozmente por el corazón de las llanuras polvorientas, siempre que disponga de la gasolina suficiente, por supuesto- conseguí sollozar casi del tirón.
-Gracias. Interpelación cuarta: En una conversión de cadenas de caracteres String Tokenizer se implementan todas sus clases hasta conformar el acceso restringido a un paquete constructor de nodos circulares ¿dónde habrá de situarse la biblioteca de secciones críticas para un monitor reentrante?
- Entre el cielo y la tierra, donde existan más cosas de las que tu filosofía puede imaginar – respondí sin preocuparme demasiado del sentido de mis palabras.
Continuamos así durante días, semanas o siglos, no podría precisarlo. La voz mecánica siguió torturándome con millones de interpelaciones y sus correspondientes inputs para sistemas eficientes, mientras yo le hablaba, cada vez con mayor resignación, del fracaso matrimonial de Marilyn Monroe y Joe DiMaggio; de la espuma de humo que había probado hacía mucho tiempo, antes de que el triunfo de la revolución cibernética arrasara con todo, en la terraza de un restaurante de vanguardia; de la dramaturgia de O´Neal; de la cinematografía de Antonioni y de las improvisaciones minuciosamente calculadas de Anthony Braxton. La voz agradecía con metódica puntualidad después de cada respuesta y a mí no me cabía la menor duda de qué veredicto final emitiría:
- Sistema informático de deficiente capacidad computacional. Procediendo a su desactivación.
Con permiso: me gustas más como articulista.
ResponderEliminarBueno, ya es algo, yo no me gusto de ninguna de las maneras.
ResponderEliminarJajaja pues primero me he leído lo recomendado y yo he leído fatal o algo me ha fallado, porque no veo la relación. No obstante, el relato me gusta y además me da la sensación de que ha estado muy trabajado.
ResponderEliminarUna colleja bien fuerte.