Reconozco que siempre he sido más de Audrey que de Katharine, efecto inoportuno, supongo, de alguno de esos inconvenientes menores que acarrea el ser un espectador modosito. Lo que no me ha impedido enamorarme en más de una ocasión de mi fiel Amanda, también conocida como pocholina, o de Tracy Samantha Lord, esa diosa de alabastro a la que humanizaba el ex-alcohólico anónimo de Grant, para desespero de Jimmy Stewart, o de aquella Terry Randall que se las tenía bien tiesas con la Rogers en Damas del teatro (pedazo película) o de la Susan, ese nervio con patas que traía de cabeza a medio mundo en La fiera de mi niña o, para qué mentir, de la Hepburn sin más. Sí señor, una mujer de los pies a la cabeza, de las que ya no se fabrican en Hollywood, con tanta barbie neumática, que sí, que mucho tetamen y culamen, pero de personalidad na de na.
Ya, son verdaderas actrices, pero es que el culamen y el tetamen tiran de lo lindo, vamos que "los bajos" tienen su importancia...
ResponderEliminarPero supongo que la Hepburn también tendría bajos fondos. Spencer Tracy nunca se quejó...
ResponderEliminarPero no estábais hablando de actrices? de interpretación... de crear un personajes y darle voz y cuerpo?. Pués no. Ay! chicos se os dispersa el macho ancestral que lleváis dentro (dicho sin acritud).
ResponderEliminarUn saludo. Yo soy también más de Audrey. Ya te sigo.
Aquí lo que falta, Towanda, es una pluma femenina que nos aporte el contrapeso oportuno a ese macho ancestral que todos llevamos dentro, que últimamente, para qué negarlo, nos estamos escorando mucho hacia el machismo más salvaje. Si te interesa la oferta, no lo dudes, te hago del tirón co-administradora del blog.
ResponderEliminarUn sí por respuesta.