A pesar de tanto churro maniático-compulsivo, debe hacer como quince años que no me sale uno musical. Si descontamos, claro, aquel con lo que escucha Adolfo. Pues nada, pongámosle remedio a tan penosa situación. Y para ello, qué mejor que un poco de música griega. Ya sabéis todos de mi gran pasión por la música de ese egregio país, cuna de la civilización occidental y del yogur que no sabe a nada (véis con qué elegancia se evita el tópico de la sodomía...). Y de entre la extensa nómina de compositores geniales del Peloponeso, no me voy a referir a los de siempre, al Vangelis o al Theodorakis. No señores, aquí hay nivel: yo prefiero a Vasílis Tsitsánis, autor al que conozco, por lo menos por lo menos, desde hace dos semanas. Exáctamente desde que, preparando el programa de radio y con motivo de los infinitos viajes del Lebri, fui a dar por una de esas casualidades que prestan forma a la vida con este tema, Xorisame ena deilino, que me dejó prendado a la primera escucha. Después me enteré además que tiene letra, que la cantó el mismísimo Theodorakis, que Tsitsánis también lo hizo, que hay video en el tubo que lo demuestra, aunque yo no os lo voy a recomendar porque si bien Vasílis era muy apreciado como compositor, a lo que se ve no lo era tanto, y muy justificadamente, como cantante. Desgraciadamente al final no hubo manera de encajar sus delicados acordes entre las rudas exigencias del directo, pero en fin, ya sabéis que aquí no hay esfuerzo que se malogre. Para los que tengáis curiosidad, yo diría que el título de la canción debe significar, en griego-ficción, algo así como Despedida del atardecer.
¿Y qué hay de malo en el yogur que no sabe a nada?
ResponderEliminarNada de nada...
ResponderEliminarNo nada nada. No traje traje.
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