Llevo unos días, después de leer la Autobiografía del general Franco de Vázquez Montalbán, enfrascado en la tarea de saciar el apetito abierto por la guerra civil española. Manjar exquisito que generalmente me provoca, como efecto secundario, un alarmante incremento de la tasa de rojerío en sangre y que, en consecuencia, me suele tener unos cuantos días con el brazo en alto y el puño bien prieto, incapaz de bajar el brazo ni de aflojar los dedos. Así que me váis a perdonar si hoy regreso de mi excursión por el túnel del tiempo -o igual debería decir por el tubo del tiempo, que casi todo lo he expoliado de allí- con la mano, la unica que me queda abierta, repleta de estas flores y de estos cardos borriqueros. Ya sé que existe mucho material audiovisual al respecto y que uno puede acercarse a ellos en cualquier documental sobre la materia, por ejemplo en esa magnífica serie de 6 capítulos que dedicó la BBC británica al conflicto español, pero oye, no dejo de asombrarme por lo fácil que es escuchar hoy en día y de viva voz a todos estos personajes que fueron protagonistas de nuestra historia reciente, triste historia que duda cabe, pero historia al fin. Prácticamente como si el tiempo se hubiera replegado sobre si mismo y nos los hubiera arrojado de vuelta frente a nosotros, y ya puestos frente a nosotros, como si a nosotros mismos dirigieran sus palabras inflamadas. Por ejemplo, ¿no es maravilloso poder escuchar, aunque sea por un instante, al que posiblemente fue uno de los mejores políticos de la historia de España, una nación siempre tan ayuna de buenos dirigentes, D. Manuel Azaña, dirigiéndose con ecuanimidad a todo el país, lo mismo a los que escuchan que a los que se obstinan en no querer escuchar?
O compartir el encomio y el ardor con el que Dolores Ibarruri, La Pasionaria, arengaba a las mujeres de la época a salir a luchar por la vida de sus hijos y la libertad de sus hombres, con vivas a la democracia incluídas...
O emocionarse con la precisión de filólogo con la que el camarada Durruti llamaba a las cosas por sus nombre:
U horrorizarse con la narración de los hechos que rodearon al nacimiento del grupo terrorista Los Solidarios, en voz del mismísimo Juan García Oliver, anarquista para más señas, que ofrece una idea clara de la tensión insoportable que se vivía en aquellos años:
O ya puestos, entristecerse, cautivo y desarmado el ejercito rojo, con la emisión radiofónica del último parte de la guerra civil, no tanto por los tres sangrientos años que se dejaban atrás...
... como por los treinta y seis de represión y falta de libertad que se inauguraban, como ya anunciaba desde primerísima hora la voz meliflua, casi de barítono enano, del propio generalísimo en el discurso de la victoria:
Ya digo, casi como si estuvieramos en los años 30... Un auténtico prodigio tecnológico para disfrute de todos gracias a internet. Y nos lo quieren robar, cabrones.
Ciertamente, casi no sé donde tengo la mano derecha, a base de tener que andar siempre conpaños calientes y mucha mano izquierda. Priera visita, devolviendo la tuya. Y, mucho me temo que no será la última...
ResponderEliminar(Te va a multar la SGAE: menos mal que hoy los han prendido a todos).
Vaya, puedes montar campamento y todo si lo deseas, como los del 15-M, pero eso sí, te aviso,como ensucies mucho me reservo el derecho a tirar de mossos para hacer limpieza. Ah, es lo que hay...
ResponderEliminarTe devuelvo la visita encantada de encontrar esta miscelánea.Miro por aquí, por allá...me decido por esta entrada. Acabo de leer "La voz dormida" de Dulce Chacón y me ocurre lo que a ti, ante la injusticia e impunidad de los crímenes de la guerra y posterior represión, se incrementan mis tasas de rojerío en sangre (si me permites utilizar tus palabras) proporcionales al, tan afortunadamente compartido, sentimiento de indignación.
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