sábado, 25 de junio de 2011

Salvados del terror rojo

"De los hechos de nuestra vida hemos de recoger las enseñanzas; y la enseñanza y la trascendencia de lo que el satélite artificial representa quiero recogerlas en dos aspectos que, sin duda, el mundo recogerá a no tardar. Uno, en el aspecto político. No podemos negar la trascendencia política de que una nación, cualquiera que haya sido, hubiese logrado lanzar su primer satélite artificial. Esto no hubiera podido lograrse en la Rusia vieja, forzosamente tenía que ocurrir en la Rusia nueva. Las grandes obras necesitan para lograrse de unidad política y de disciplina. Nos agrade o no, esto no podía realizarse en países divididos o en países sin orden. Se hace indispensable la organización de la ciencia y de la investigación; la dirección, el estímulo y el impulso en un solo camino para superar y triunfar de las dificultades. Lo mismo que nosotros no hubiéramos podido llegar a esta Refinería de Cartagena, a las grandes centrales, a todas las obras y complejos industriales que por la geografía de la Nación se extienden si careciésemos de la unidad política indispensable, que nos da continuidad, unidad, autoridad y eficacia."

Francisco Franco Bahamonde, Discurso de Escombreras (9/10/1957)


"Al llegar a la España de Franco vi que era parecida a la Rusia de Stalin: miedo, control, silencio, autocensura, desconfianza..."

Helena Vidal, hija de exiliados españoles


Vaya, espero que a nadie se le ocurra interpretar esta entrada como inspirada directamente por el affaire de IU Extremadura y su repentino amor por la causa del PP, que no van por ahí los tiros, aunque alguna relación se le podría encontrar. No, es sólo que en estos últimos días he estado leyendo el magnífico "Autobiografía del general Franco", de Manuel Vázquez Montalbán, libro documentado y esclarecedor como pocos, a mas de sesgado y partidista, que desgrana la figura del generalísimo y de su régimen, y que me vuelve a suscitar la duda a la que suelo dar vueltas cada vez que leo sobre el tema: ¿cúantos parecidos razonables albergaba en el fondo el régimen autárquico de Franco con el de la URSS de Lenin y Stalin?

Creo que estamos todos de acuerdo en que uno de los argumentos principales que suelen esgrimir quienes justifican el "glorioso" alzamiento del 18 de julio, ese que destruyó al módico precio de un millón de cadáveres la legalidad vigente en la
II República, postula, y casi decreta, la imperiosa necesidad de salvar a España de las garras del terror rojo. Caída en el comunismo totalitario que, según estas buenas gentes, sería inevitable después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936 y que encuentra su demostración más fiable y palpable en los sucesos de Asturias de 1934. Pues bien, sin querer entrar a discutir - por ridícula- la mayor, o sea la inevitabilidad de la caída en el comunismo totalitario, partido, el comunista, que por cierto apenas tenía implantación en la España de la época, no dejo de preguntarme hasta qué punto lo que vino a hacer Franquito tras culminar su "cruzada nacional" no consitió tanto en salvarnos de la amenaza del terror rojo, como en apropiarse el papel de verdugo y servírnos ese mismo terror rojo de su propia mano, aunque sea depurado y personalizado en una versión de diseño ultracatólico que sin embargo no pudo ocultar las sospechosas similitudes con lo que ya venía sucediendo en la Unión Soviética desde hacía un par de décadas. Y no ya sólo por la crueldad con la que se represalió a los supervivientes del bando perdedor tras la guerra, ni por la dureza con la que se segó de raíz cualquier posibilidad de una oposición interna, muy al estilo de las purgas stalinistas, ni siquiera por el florecimiento del culto divinizador en la figura del caudillo - ¡Franco, Franco, Franco! - que tan del gusto fue también de algunos dirigentes comunistas, sino más bien porque si atendemos al orden social y económico que funcionó en el país en aquellos primeros años del generalato, uno puede llegar a la conclusión de que la España de postguerra, insisto, se parecía más de la cuenta a aquello que a toda costa, nos aseguran sus partidarios, se había tratado de evitar.

Al menos hasta la implementación del Plan Nacional de Estabilización Económica de 1959, en donde por fin se corta el nudo de la autarquía y se ponen las bases para una economía capitalista de corte liberal, la España franquista había vivido enfrascada hasta entoncés en la consolidación de un estado autoritario que quiso organizar todos los ordenes de la vida desde arriba, cosa normal en este tipo de regímenes, pero que además se desangró, y esto ya no es tan normal, en la práctica de una economía puramente planificada, intervenida e intervencionista a la que sólo le faltó hablar de planes quinquenales, enemiga declarada como lo fue de cualquier formulación capitalista y superadora, al menos así lo pretendía en el plano teórico con su sindicato vertical, de la dialéctica de clases, aquella que el comunismo totalitario tampoco supo eliminar de otra forma y en otro plano. Tanto que como ya vemos en la cita de más arriba, hasta el propio Franco terminó por reconocerle a la "nueva Rusia", no a la vieja, la transcendencia de una nación que compartía con su sacrosanta España la misma visión de la "unidad política" y de la "disciplina". Curiosa concesión la suya.

Con lo cual, por supuesto, no pretendo obviar las tremendas diferencias que los separaban, ni dejar de admitir la dificultad de dirimir la naturaleza exacta de un régimen tan longevo y cambiante como el franquista, pero sí constatar, con más animosidad anécdotica que categorizadora, la llamativa cualidad que siempre han mostrado los extremos para, completando el circulo, acabar tocándose más de lo que tal vez a ellos mismos les guste reconocer.




-Nenuca se soliradiza en un abrazo fraternal con todos los niños desheredados de la tierra-

2 comentarios:

Como no me copies te pego

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