martes, 22 de marzo de 2011

Equilibrio


Caminó por el borde como tantas otras veces. Él le había enseñado a hacerlo unos meses atrás.
Debía mantener la cabeza alta y no mirar al suelo, extender los brazos y pisar con firmeza en cada paso.
En cierta ocasión le preguntó si extender los brazos facilitaba el equilibrio. Él la observó durante unos segundos y, tras una leve sonrisa, contestó que el equilibrio debía estar primero en su corazón y después en su mente, sólo así conseguiría no caer.
Siguió avanzando despacio, primero un pie y después el otro. Deseaba mirar al suelo, pero no lo hizo, al igual que deseaba sentir su mano rozándole la espalda, pero hacía tiempo que no estaba.
Extendió los brazos, sabía que hoy no tenía equilibrio en el corazón e intentó obtenerlo con los brazos. Al llegar a la mitad del camino sus piernas flaquearon, comenzando a temblar, cada paso iba acompañado de un titubeo y un pequeño balanceo corporal. Miró ávida y ligeramente al suelo, demasiado lejos pensó. Comenzaba a perder el equilibrio. Tragó saliva a pesar de no tener apenas, cerró los ojos y suspiró profunda y lentamente un par de veces.
Al abrir los ojos comprobó que aún estaba sentada en aquella fría sala. Siempre pensó que la luz daba sensación de calor, pero aquella luz era tan artificial como las sonrisas que le regalaban los demás. ¿Por qué lo hacían? ¿A caso pensaban que ella no sabía lo ocurrido? Lo sabía, pero intentaba mantener el equilibrio.

2 comentarios:

  1. Buendía en el espejo22 de marzo de 2011, 19:37

    El equilibrio es tan frágil que no valen el corazón y la cabeza, además hay que tener cerebro. por cierto, cerebro tu entrada.

    Busco un punto de gravedad permanente.... como diría el otro

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Como no me copies te pego

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