Debe de haber algo genético en todo esto del suicidio, quiero decir, más concretamente, en los suicidas que no se suicidan y que convierten su suicidio en una neurosis obsesivo compulsiva de miles de actos suicida-cerebrales que los bloquean sin poder dar respuesta a la anodina espacio-temporalidad de la vida, ni a sus nimios requerimientos rutinarios; sin saber hacer frente a las dolencias sangrantes que debilitan el mundo, a los porqués insolentes que merman las fuerzas de la razón; sin comprender la propia traición del entendimiento que se ahoga a sí mismo… una obsesión suicida que los aísla del Todo en un naufragio constante, que los condena al inefable ostracismo de la vegetatividad emocional; siempre hundidos en sí mismos, en sus mundos llenos de ideas y sensaciones que se superponen como regresiones infinitas… quizá y sólo quizá, como algunas afecciones de la mente, vaya atenuándose con el paso de los años y finalmente desemboque en una sombra de resignación el imposible suicidio tantas veces vivido en cada instante que se recrea interminable, sordo y sórdido de sus vidas.
Eso debe haber algo genético, en los que se suicidan sin saberlo, y despiertan a la mañana siguiente entonando una nueva canción, tú dónde estás, por que yo ya lo olvidé, O NO. ADN AFECTIVO DEL 50%
ResponderEliminarNo te dije pero hermosa reflexión, que te queda A UN PASO
ResponderEliminarNo se si proponerme una respuesta a "una respuesta a un paso".
Por cierto, yo solo trataba de contar algo dándole mi toque personal, brother
yo ya me suicidé ¡je, je! el que os habla es el cadaver que le sucedió, nada nada que siga la ciega fiesta de la lucidez
ResponderEliminarHermanisimos, está claro que soys hermanos.
ResponderEliminarCreo que deberías responderle, es más, creo que debería haber un duelo a vida o muerte a ver quién da el paso antes.
Querámoslo o no todos estamos dominados por la Voluntad de suicidio, además de por el puño de hierro de Buendía. Siglos creyéndonos seres racionales, dueños de nuestro destino y ahora resulta que no, que en la centralidad de nuestros actos ya no se situa la razón, sino el impulso ciego y destructivo de la Voluntad de suicio. Joder, que mal rollo, tú...
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