Como está visto que aquí o hablas de sesudísimas cuestiones de indole socioeconómica o cuentas menos que Mariano Rajoy en la dirección del PP; o denuncias el orden criminal imperante en el mundo o ninguna chica se va fijar nunca en tí; o tiras de credenciales rojillas o no te comenta ni el troll ese que entra de vez en cuando en el blog para cagarse en todos tus muertos, como está todo más que comprobado no me va a quedar más remedio que recuperar esta vieja reseña (4/7/2007) de este viejo libro del muy desconocido Vicenç Navarro, Bienestar insuficiente, democracia incompleta, en la que finjo con impecable cinismo una sensibilidad y una preocupación por temas sociales que por supuesto nunca he sentido. Menuda sarta de chorradas seudoizquierdosas-progresquetecagas:
Siempre supone un agradable soplo de aire fresco encontrar opiniones que, como la de Chomsky o la de nuestro Vicenç Navarro, disienten del discurso económico y social imperante en la actualidad -¡ay, mi Vargas Llosa, con lo que me gustan tus novelas, que poco me agradan tus opiniones!- , poniendo de manifiesto que no es oro todo lo que reluce en la vida del liberal y que hay otras opciones tan viables o acaso más que las ya clásicas propuestas de los que quieren desregularlo y privatizarlo todo, reduciendo al mínimo el peso del Estado y adelgazando al máximo las garantías sociales. La coartada para semejantes tropelías, cómo no, es la imperiosa necesidad de alcanzar una economía competitiva con la que afrontar victoriosos los retos de la irreversible globalización. Sobre todo habida cuenta de la probada ineficiencia de las políticas de corte socialdemócratas. ¡¡¡Vamos hombre, a otro perro con ese hueso, Federico (Jiménez Losantos)!!!
Navarro desmonta uno a uno estos clichés que al día de hoy están alcanzando, gracias a los voceros del pensamiento único, la categoría de verdades reveladas e indiscutibles, demostrando que se basan más en el dogma ideológico que en la realidad empírica. Para ello nos sirve una extensa y convincente batería de datos que muestra como son precisamente los países escandinavos, países de clara tradición izquierdista, los más globalizados y competitivos de Europa, lo que no les ha impedido alcanzar un mayor desarrollo del Estado del bienestar y una mayor calidad de vida. El libro, escrito en la época del aznarato, insta a cambiar el rumbo de la política económica y social española, encaminada a desmantelar el ya de por sí insuficiente Estado del bienestar. Frente a esta tendencia, Navarro defiende un aumento del gasto público que permita llevar a cabo políticas más activas de redistribución de la riqueza, haciendo crecer la economía a través del aumento de la demanda y disminuyendo el desempleo mediante la creación de servicios públicos de atención domiciliaria, el incremento del número de trabajadores sanitarios y la instauración del derecho universal a guardería gratuita para niños de cero a tres años, lo que se traduciría en un notable avance en la lucha por la integración de la mujer en el mercado laboral, una mejora sustancial de la calidad de vida y un decidido apoyo a la familia y al tan necesario incremento de la natalidad. Y en definitiva, y es la tesis principal del libro, serviría para paliar los graves déficits democráticos de nuestra sociedad.
Navarro sitúa el origen de estos déficits en la muy imperfecta transición del anterior regimen al actual, marcada por un desmesurado desequilibrio en la correlación de fuerzas entre derecha e izquierdas, fruto sin duda de cuarenta años de durísima represión por parte de una de las dictaduras más crueles que han sido en la Europa del siglo XX. Esta transición, tutelada por la derecha, dio como consecuencia un sistema electoral claramente sesgado hacia los intereses conservadores –la famosa regla del dos hace que los votos de las provincias más despobladas, tradicionalmente conservadoras, valgan más que los de las provincias más populosas-, unos medios de comunicación en manos del capital financiero que se dedican a ofrecer una visión monolítica y partidista de la realidad, y una institución de la importancia de la del jefe del estado que, auspiciada por la unánime complacencia de los medios de comunicación, se halla completamente exenta de cualquier forma de escrutinio o control de su labor por parte del pueblo (las ridículas hazañas adjudicadas al rey, como la posesión del record de España de caza, sin que nadie mencione las condiciones en que las caza, o la reciente votación popular que lo coloca a la cabeza de la lista de los españoles más importantes de nuestra historias, y algunas otras estupideces similares, recuerdan a las típicas divinizaciones de los máximos dirigentes de los regímenes comunistas y totalitarios). Por no mencionar el muy sesgado olvido de la memoria histórica, que dificulta hasta lo intolerable el reconocimiento de aquellos españoles de pro que sufrieron por luchar a favor de la democracia, mientras son condecorados y homenajeados figuras tan nefastas de nuestro pasado reciente como el inspector Melitón Manzanas.
En fin, lo dicho, que está bien que de vez en cuando se alcen voces que cuenten esas cosas que generalmente nadie quiere contar.
Navarro desmonta uno a uno estos clichés que al día de hoy están alcanzando, gracias a los voceros del pensamiento único, la categoría de verdades reveladas e indiscutibles, demostrando que se basan más en el dogma ideológico que en la realidad empírica. Para ello nos sirve una extensa y convincente batería de datos que muestra como son precisamente los países escandinavos, países de clara tradición izquierdista, los más globalizados y competitivos de Europa, lo que no les ha impedido alcanzar un mayor desarrollo del Estado del bienestar y una mayor calidad de vida. El libro, escrito en la época del aznarato, insta a cambiar el rumbo de la política económica y social española, encaminada a desmantelar el ya de por sí insuficiente Estado del bienestar. Frente a esta tendencia, Navarro defiende un aumento del gasto público que permita llevar a cabo políticas más activas de redistribución de la riqueza, haciendo crecer la economía a través del aumento de la demanda y disminuyendo el desempleo mediante la creación de servicios públicos de atención domiciliaria, el incremento del número de trabajadores sanitarios y la instauración del derecho universal a guardería gratuita para niños de cero a tres años, lo que se traduciría en un notable avance en la lucha por la integración de la mujer en el mercado laboral, una mejora sustancial de la calidad de vida y un decidido apoyo a la familia y al tan necesario incremento de la natalidad. Y en definitiva, y es la tesis principal del libro, serviría para paliar los graves déficits democráticos de nuestra sociedad.
Navarro sitúa el origen de estos déficits en la muy imperfecta transición del anterior regimen al actual, marcada por un desmesurado desequilibrio en la correlación de fuerzas entre derecha e izquierdas, fruto sin duda de cuarenta años de durísima represión por parte de una de las dictaduras más crueles que han sido en la Europa del siglo XX. Esta transición, tutelada por la derecha, dio como consecuencia un sistema electoral claramente sesgado hacia los intereses conservadores –la famosa regla del dos hace que los votos de las provincias más despobladas, tradicionalmente conservadoras, valgan más que los de las provincias más populosas-, unos medios de comunicación en manos del capital financiero que se dedican a ofrecer una visión monolítica y partidista de la realidad, y una institución de la importancia de la del jefe del estado que, auspiciada por la unánime complacencia de los medios de comunicación, se halla completamente exenta de cualquier forma de escrutinio o control de su labor por parte del pueblo (las ridículas hazañas adjudicadas al rey, como la posesión del record de España de caza, sin que nadie mencione las condiciones en que las caza, o la reciente votación popular que lo coloca a la cabeza de la lista de los españoles más importantes de nuestra historias, y algunas otras estupideces similares, recuerdan a las típicas divinizaciones de los máximos dirigentes de los regímenes comunistas y totalitarios). Por no mencionar el muy sesgado olvido de la memoria histórica, que dificulta hasta lo intolerable el reconocimiento de aquellos españoles de pro que sufrieron por luchar a favor de la democracia, mientras son condecorados y homenajeados figuras tan nefastas de nuestro pasado reciente como el inspector Melitón Manzanas.
En fin, lo dicho, que está bien que de vez en cuando se alcen voces que cuenten esas cosas que generalmente nadie quiere contar.
Vaya, no encajo en ese tipo de chica que se ve encandilada por chicos inteligentes, políticamente activos y con ideas propias, yo soy más de bomberos.
ResponderEliminarUn guiño
Vaya ni yo en el de chico inteligente, políticamente activo y con ideas propias. Sobre todo lo de ideas propias; la mías son todas "prestadas", con nocturnidad y alevosía.
ResponderEliminarUna ceja arqueada.
La mayoría de las ideas son prestadas, pocos están a la altura de inventar, pocos a la altura de repetirlas, y pocos a alzar la voz y expresarlas, quizas VicenÇ sea una excepción, y tú Alan por actuar de altavoz ante causas aparentemente perdidas, vamos digo yo, o no.
ResponderEliminarA mi me pasa como a Pepinillo, soy mas de bomberos sexualmente pasivos ( o los tuyos son sexualmente activos?)...
ResponderEliminar;-)
Los mios son activos, que para pasiva ya estoy yo... ¿o era pasota?
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