Independientemente de gustos concretos de más o menos calado en el público melómano, es sin duda que Karlheinz Stockhausen pasará por ser uno de los músicos más importantes del siglo XX. Su espíritu inquieto le llevó a experimentar infatigablemente, probando suerte en prácticamente todas las corrientes musicales de vanguardia: el serialismo integral, la música electrónica, el puntillismo postweberiano, la música aleatoria, la espacial, o la fusión de música electroacústica y tradicional, por citar lo más relevante. Como resultado, tenemos una obra de una amplitud y riqueza extraordinarias, más de trescientas sesenta piezas que exploran diferentes dimensiones del universo musical conocido y que suponen, en ocasiones, verdaderos hallazgos de universos paralelos ignotos. En este tenor, no nos resulta extravagante la comparación que se ha hecho de Stockhausen con Bach; o, según me contaron en cierta ocasión, la aseveración de múltiples voces autorizadas en el sentido de que en el hipotético caso de que sólo pudiera salvarse una obra de todas las que se han producido en la historia de la música, sin el menor titubeo habría de escogerse alguna de las más significativas de Stockhausen. No sé, puede que exageren un poco.
La música de Stockhausen está marcada por las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre, que hubo de ser internada en un psiquiátrico por no poder asumir tres embarazos consecutivos, fue víctima de la eutanasia que los nazis aplicaban a las personas que no podían contribuir de forma productiva a la patria. Tal vez nuestro músico, que también completó estudios de filosofía, se planteara con Adorno, provocado por Celan, cómo seguir haciendo Arte después de Auschwitz; fuera ése su caso o no, Stockhausen profundizó en teoría de la composición hasta extremos inauditos y para ello buscó la enseñanza de los más reputados músicos de su generación; Messiaen lo tuvo por alumno.
Su personalidad controvertida suscitó un escándalo recogido por toda la prensa internacional, respecto a ciertas declaraciones que formuló sobre el atentado de las Torres Gemelas, afirmando que el suceso constituía la más grande obra de arte imaginable, imposible de imitar por ningún compositor. Más tarde trató de aclarar lo que él consideró un malentendido, alegando que su entrevista se había sacado fuera de contexto; sin embargo, parece que esta explicación no logró evitarle serios disgustos.
De su obra, por citar algo, merece mencionarse el ciclo operístico Licht, planificado para ser interpretado durante una semana entera, una ópera por día, entorno a las figuras Miguel, Satanás y Eva, que representan las fuerzas cósmicas recogidas en el libro de Urantia; es también muy interesante Telemusik, pieza de música electroacústica en la que aparecen melodías tradicionales de múltiples culturas de la Tierra; y Hymnen, con cuatro solistas y sonidos electrónicos a imitación de todos los himnos de países del planeta.
Esta noche escucharemos del ciclo Licht, la Cuarta Escena “Luzifers Abschied” (Despedida de Lucifer), de la ópera Samstag aus Licht (Sábado de Luz), para coro de hombres, órgano y siete trombones. Sobre el minuto catorce del vídeo es impactante el reclamo a la Sancta Obedientia. Y para terminar Stimmung, para seis voces, en una versión del Collegium Vocale de Colonia dirigida por el propio Stockhausen. Pertenece esta pieza al periodo intimista del compositor, con fuertes influencias de música de la India.
Aconsejo que os pongáis los cascos y elevéis el volumen, la experiencia será irrepetible.
Buenas noches, ohmm.
Grande stocky o "etojausen" como le decimos por cariño en la familia777
ResponderEliminarSí, etojausen se hace querer.
ResponderEliminarAdolfo
Está curioso el stocky este, aunque uno echa en falta la visualización de la opera para un mejor entendimiento. En el segundo video la influencia oriental es demasiado evidente, pero incluso en el primero diría yo que hay pasajes que me recuerdan mucho al cine japones más clásico.
ResponderEliminarMe gusta la idea de la música aleatoria. Algo así es lo que vengo intentando yo en todo lo que hago: absoluta aletoriedad, por no llamarla arbitrariedad. Eso sí, arbitrariedad aplicada con rigor adamantino, que diría el Jorge Luis.
Para que pudiéramos verla tendríamos que recurrir a tus hábiles pesquisas; a mí la Red me niega sus favores.
ResponderEliminarPara eso que dices de la aleatoriedad adamantina, no sé si has leído "El hombre aproximativo" de Tristan Tzara; tiene una potencia deslumbrante, a mí me cambió el modo de entender la lectura y la escritura.
Adolfo