Dice El Cabrero en una de sus canciones, que el campo es una escuela que te enseña cosas que los hombres de la ciudad no podrán aprender jamás, ya sea por que están tan ocupados con otros enseres y preocupaciones, por que solo ven bloques de hormigón y apenas alcanzan a ver las nubes en días lluviosos.
Uno, que no es agricultor, pero que sí un conocedor de ciertas cosas de la Naturaleza, aprendí a leer lo que me decían las nubes, en días calurosos de Agosto o Septiembre, en el que parecía improbable que aquella nubecita en un par de horas se iba a convertir en una peligrosa tormenta. Que los estratos mañaneros se formarían en un borrasca al mediodía, y que el viento te juega malas pasadas, dando tumbos que hacen variar las lluvias, y donde creías que te podrías salvar acababas bien remojado.
Esto me lleva a recordar que de las primeras veces que fuimos a la Sierra de Gredos; Juan, su hermano Toni, Bernardo (creo recordar que se llamaba así), Diego y yo, nos embarcamos en una ruta circular de 4 días, en la que hicimos 3 noches en el campo. El primer día hizo un calor espantoso, en el 2º ya por la noche hizo algo más que chispear. Y gracias a que Juan se llevó el techo de la tienda de campaña y nos pudimos parapetar allí y descansar algo. Por mi experiencia en estas lides, lo mejor en estos casos es hacer la mochila e ir en dirección al coche por que sino ha sido ese día cuando va a llover, será el día siguiente.
Tal y como lo digo aquí, se lo dije a mis 4 compañeros, pero prefirieron seguir hacia arriba para subir el pico de La Covacha y ver algunas lagunas espectaculares. El caso es que tras el descenso tuvimos la suerte de encontrar una cabaña, tenía chimenea, así que recogimos algunos piornos secos para hacer un fuego que nos calentase por la noche y durante la cena, el problema es que Diego se animó con la leña y a pesar de que nos tiramos media hora cogiendo leña, él se la estaba fundiendo en 5 minutos..., hasta que Bernardo le dijo que "por mis huevos que no vas a echar más leña en el fuego..." y Diego dijo "tranqui, no hay problema". La noche se fue apaciguando, nos acostamos, y se escuchaban a las cabras monteses bajando de la sierra, hasta que a la 2:00 de la madrugada le dio por ponerse a llover y no parar. De repente a la cabaña le empezaron a salir goteras, y mas de uno se tuvo que mover del sitio para no terminar calado. Desayunamos y como vimos que no descampaba, nos preparamos de la mejor manera posible para evitar que la lluvia nos entrase por todos lados.
Al salir de la cabaña para probar nuestros impermeables, vimos que toda la sierra que el día anterior estaba sequita, ahora iban descargando los arroyos por doquier en dirección a la Laguna de los Caballeros. El camino era largo, y a pesar de llevar buenas botas (impermeables), era inevitable tener los pies mojados, por que los pantalones llevaban la humedad hasta los pies. Recuerdo que echamos unas 8 horas en llegar al coche, y que a pesar de ir por buenos caminos, estos parecían ríos y tampoco comimos por el camino, tenía una hambre..., el caso es que al llegar al pueblecito donde dejamos el vehículo, nos cambiamos de ropa para meternos en el y ya solamente quedaba hacer unos 200 kms para llegar a Almendralejo. Yo, por supuesto, llegué descalzo a mi casa, por que tenía las botas empapadas, y prefería no coger una pulmonía. Tampoco olvido que mi instinto, mi experiencia en el campo era acertada, pero que mis compañeros prefirieron seguir el suyo y así nos fue. Ahora tampoco me hacen mucho más caso, pero yo prefiero ir un poco por libre...
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