lunes, 13 de agosto de 2012

Música Clásica, 2ª Serie. (IX) Scriabin




Su Preludio y Nocturno para piano, Op.9, para la mano izquierda, da fe del acontecimiento más decisivo en la vida de Aleksandr Scriabin: Durante su estancia en el Conservatorio de  Moscú, ensayando la Fantasía Don Juan, de Liszt, y la Fantasía Oriental “Islamey”, de Balakirev, se lesionó la mano derecha. Ese suceso forzó a Scriabin a renunciar a una prometedora carrera como pianista y a concentrar su atención en el ámbito de la composición. Aunque pequeño de estatura, podría decirse que Scriabin compensaba sus limitaciones físicas -manos pequeñas que apenas abarcaban poco más de una octava, altura insuficiente para hacer carrera militar, como era su deseo-, con un gran carácter, un carácter más bien monumental, que le llevó a escribir en cierta ocasión su famosa afirmación: Yo soy Dios y sólo mi música expresa lo inexpresable; y al músico David Wright a afirmar que “the music is the man, Scriabin was mad or, to be charitable, mentally ill and as strange as his music”.

Lo que para cualquier otro hubiese significado motivo de amargura perpetua, Scriabin lo consideró, en cambio, como un reto del destino que su condición de genio debía superar, una prueba que dirimiría la potencia de su ego, una misión que estaba encomendado a afrontar con éxito. Fuertemente inclinado a la filosofía, encontró en la doctrina del Superhombre nietzscheano una guía para orientar su vida y su arte, que completó con estudios profundos en teosofía. Estas influencias determinaron un giro manifiesto en su estilo, que pasó, en sus inicios, de la feminidad con la que suele describirse su adhesión a la música de Chopin, el periodo romántico con sus conocidos estudios y preludios, a la masculinidad con que se designaba a su lenguaje atonal, propio de su plena madurez como compositor; y ello, no obstante, pasando entre medias por la impronta que la música wagneriana y el impresionismo francés le dejaron. 

Hay que lamentar, pese a lo estrafalario de su talento, que falleciera con 43 años de edad, privándonos de más grandes obras ciertamente únicas, de una singularidad inconfundible. Su proyecto final, una especie de compendio de todas las artes, que iba a titularse “Mysterium”, quedó inconcluso, frustrándose así su Gran Tarea: el producto definitivo de la Voluntad de Poder ligada al Superhombre, con el que habría resuelto salvar el Mundo. Es probable que Scriabin no hubiera salvado el Mundo de haber vivido lo bastante como para concluir su obra, pero fueron estas ideas extrañas y místicas las que lo convirtieron en un compositor con luz propia, apartándolo definitivamente de la castrante influencia de Chopin. 

De su magnífica y, para algunos, delirante producción, donde notas son colores, siendo que la sinestesia en metáfora abarca también a la identidad del creador con su obra, he escogido su Sonata de la Obscuridad, también llamada Misa negra, nº 9, Op. 68; y su Preludio y Nocturno para la mano izquierda, Op. 9, que, como comentaba al empezar, supone junto con la Sonata nº5, Op. 53, puntos de inflexión en su música; la primera por lo que ya se ha dicho, y, la segunda, por cristalizar los primeros resultados de aquella catarsis forzosa. Me habría gustado sugerir también la Sonata nº 6, Op. 62, que, según el mismo Scriabin, le fue inspirada por el demonio, y también, por supuesto, la Sonata de la Luz, la nº 7, Op. 64, respuesta a la sonata anterior, pero de haberlo hecho me temo que habría tenido que extender la lista de manera inconveniente. 

Escucharemos primero al gran Sokolov ejecutando el preludio y el nocturno; luego, a la primera dama del piano norteamericano, Ruth Laredo, a quien considero la mejor intérprete de Scriabin. Su versión de la Sonata de la Obscuridad es hipnótica y subyugante. 

Buenas noches y éxtasis poético.




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5 comentarios:

  1. El mejor intérprete de Scriabin es Horowitz,su dioscípulo personal..
    Una mujer no puede interpretar a SCriabin.Su música es eminentemente übermensch.
    DE dónde saca usted que la influencia chopiniana puede ser castrante?
    EXplíqueme usted lo antedicho,por favor.
    gracias.

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  2. Ruth Laredo no es más que una técnica.Nunca será una artista.
    Además,es mujer,y todo lo que huela a femenino me parece despreciable.

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  3. Uff, lo que te han dicho, Dolfo. Si yo fuera tú, o Scriabin, o Laredo, o incluso el mismisimo Chopin, esto no se quedaba así. ¡Vendetta!

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  4. Kassandra Gauthier, tiene usted un gusto excelente, como así lo acredita su inclinación por Horowitz. También a mí me gusta mucho, y lo tengo por uno de los grandes de todos los tiempos; con eso, prefiero de entre los de su generación a Gould: Cuestión de gustos, por supuesto. Interpretando a Scriabin, al Scriabin de madurez, no considero que Laredo sea merecedora del juicio que le dedica y, como afirmé en mi modesta reseña (ejecutada en una escasa media hora de tiempo estival nocturno), es, a mi juicio, la mejor intérprete del Scriabin esotérico. Por lo demás, del hecho de que Laredo sea mujer, y no hombre, nada infiero; y, por lo que le leo a usted, usted tampoco; me disculpará si prefiero no pronunciarme sobre sus juicios de valor acerca de lo que huele a femenino, pero es que a efectos de lo que se discute es completamente irrelevante.

    Le quiero aclarar, brevemente, lo que pide que le explique; para mí es un placer. Verá, el concepto de Úbermensch hay que saber interpretarlo más allá de su literalidad. Nada tiene que ver con el sexo encarnado, es más bien una categoría lógica que supone un ideal regulativo que impulsa el anhelo y que se resuelve en una inagotable pulsión creadora. Lo que usted sugiere, mutatis mutandis, sería como si consideráramos improcedente que una mujer pudiera ser machista o un hombre feminista, cuando, en realidad, nada tiene que ver la condición sexual de cada cual con la adscripción ideológica (machismo o feminismo) que se profese.

    Finalmente, ignoraba que Horowitz fuera discípulo personal de Scriabin. Hasta donde yo sé, siendo Horowitz un niño ofreció una audición a Scriabin que resultó del agrado del compositor aunque con el comentario añadido de que tenía que seguir practicando (por su inseguridad, que se reveló endémica). Más allá de esto, me gustaría conocer las fuentes que vinculan a Horowitz con Scriabin como su maestro. Respecto a lo de la influencia chopiniana castrante, lo digo en el sentido de que Scriabin se estaba convirtiendo en lo que habría llegado a ser Chopin de no haber muerto tan joven. Habría compuesto excelentes piezas, sin duda, pero sin haber alcanzado un estilo propio ni haberse constituido en un genuino creador. Así, pues, Chopin le era castrante porque de haber seguido bajo su influencia jamás habría podido crear su propio universo musical.

    Espero haber satisfecho su curiosidad.

    Un saludo,
    Adolfo

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  5. Es todo mentira, pero que mentira más bonita...

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