Un placer retornar a esta tan efímera cuan estival sección que no tiene otra pretensión que la de compartir con vosotros buena música clásica. Espero que os gusten las propuestas. Se quedaron muchos compositores magníficos sin mencionar en la primera serie, lo que también en la segunda será previsiblemente inevitable. Es sorprendente la extensión de la lista de maestros que pueden reclamar un puesto de primer orden en la historia de la música. Sin embargo, en este agosto macilento y amable, tornasolado y levantisco, no será prioridad citar lo no citado. Lo será el gusto caprichoso por la incuestionable Belleza. Con esta consigna, que anticipa el ánimo con el que se emprende la aventura, nos adentramos fiándolo lejos y en prontitud: Hoy Schumann, artista al que ya dedicamos una entrada el año pasado a propósito de sus Lieder.
Quinteto para piano y cuerdas, en mi bemol mayor, op. 44, escrito luego de sus tres inconmensurables cuartetos. Fue su amigo Mendelssohn quien le animó a terminarlo y fue también el músico hamburgués quien lo tocó por primera vez en una sesión privada, en diciembre de 1842. Pocas semanas después, en enero de 1843, tuvo su estreno público, junto con el Cuarteto nº1, op. 41. La pieza estaba dedicada a Clara, su mujer, por quien fue ejecutado al piano. El Quinteto mereció el elogio sincero de Wagner, que estimaba sobre todo los dos primeros movimientos, expresando, sin embargo, cierta desafección por el Finale. En este cuarto movimiento (Finale) se cebaron las críticas de Liszt, que consideraba la composición infumable por la influencia perniciosa que, a su juicio, Mendelssohn había supuesto para la música de Schumann. Sin piedad se burló de él y por ello, yéndose de borrachera con Wagner en connivencia por el Finale, lo que debió afectar mucho a la sensibilidad extrema de Schumann, no tenida por ser tan callando. Suscitó el Quinteto la envidia sin disimulo de Berlioz, que, con certeza de perdigón, debió de darse cuenta de que se encontraba ante lo que los expertos consideran el primer quinteto para piano y cuerdas digno de elevarse a obra maestra.
Escucharemos los dos primeros movimientos, el primero de los cuáles fue el último en escribirse de los cuatro. En ese primer movimiento Schumann concita el eco del inicio del aria Es ist vollbracht, de la Pasión según San Juan, de Juan Sebastian Bach (hela: http://www.youtube.com/watch?v=aq674jqqEus ). El segundo movimiento, verdaderamente conmovedor, es también un rendido homenaje al Andante con moto del Trío en mi bemol mayor, nº2, D. 929 de Schubert (helo: http://www.youtube.com/watch?v=e52IMaE-3As ) y a la Sinfonía Heroica de Beethoven. Constituye una marcha fúnebre en donde diríase que la Muerte misma halla su consuelo.
Os dejo con el Quinteto, en una excelente interpretación con Martha Argerich al piano y Mischa Maisky al violonchelo, del que un día os contaré una anécdota sorprendente que protagonizó en un concierto en Alicante en el que tocaba con su hija. Les acompañan Tomoko Kato y Takashi Shimizu al violín y Yasushi Toyoshima en la viola.
Buenas noches, Eusebio o Florestán.
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Ah amigo, esto si que es música clásica de verdad, y no las melodías sentimentaloides del otro.
ResponderEliminarUn placer verte de nuevo por aquí.
Celebro que te guste Pedro. Pero las melodías del otro no desmerecen en nada.
ResponderEliminarEl placer es mío,
Adolfo