Aunque naciera en China y pasara los primeros años de su infancia en la Siberia más oriental, Boris Blacher es un compositor que se formó en Alemania. De hecho, la música le atrajo profesionalmente a consecuencia de sus estudios de arquitectura y matemáticas en la Universidad de Berlín. Para Blacher, las relaciones de la música con la matemática constituían el gran misterio del arte, una suerte de pitagorismo ejercido con convicción en pleno siglo XX. Ya fuera en sus obras politonales, atonales o dodecafónicas, la medida y el ritmo están en el centro de su atención. Sus influencias jazzísticas son notables y las obras de su madurez, especialmente, han servido para asociarle con Satie y Stravinsky. Sus composiciones están despojadas de la menor traza de emotividad, fiando el resultado en la estructura puramente racional que se desprende de la partitura, en la que el sonido físico, en ocasiones, pudiera parecer una molestia necesaria. Evidentemente, exagero; pero confío en que este exceso haya servido para trasladar con fortuna las peculiaridades de su estilo.
Escucharemos una obra de madurez de inagotable recreación, el Concierto para violonchelo y orquesta. Consta la pieza de cuatro movimientos: Introducción, Scherzo, Intermezzo y Variaciones. Con compases que varían continuamente y efectos en el violonchelo que, dada la sobriedad de la formación orquestal, destacan sobremanera y constituyen un repaso escrupuloso por todos los recursos sonoros del violonchelo. La pieza está dedicada al violonchelista Siegfried Palm, que la estrenó en 1965, un año después de su composición.
Buenas noches.
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Hola.
ResponderEliminar¿Qué tal el verano?
Ya que me ha venido a la cabeza el recuerdo de este blog, no quiero dejar pasar la ocasión de saludaros.
Casi se me pasa el verano en cuestiones menos "sexudas".
Un abrazo.
Loly.
Ey, illa! Bienvenida a nuestro humilde cuquero. Espero que vengas más veces y que te guste alguna de las propuestas, a las que puedes contribuir con lo que te parezca y cuando te parezca. A mí, desde que participo aquí, me ha salido un chichón y estoy medio ciego, pero lo compenso nadando por las mañanas un ratito ; o sea, que, aunque frecuentar este blog sea bastante nocivo -lo que es innegable-, te aseguro que no es letal, por más o por menos "sexudo" que a veces esto se pueda poner.
ResponderEliminarUn abrazo,
Adolfo
Tenéis toda la razón, no es bueno comerse demasiado el "sexo". Al final acaba creando dependencia...
ResponderEliminarEy, Columbus, ya te vale. Me gustan tus propuestas, (o no, quién sabe), pero tengo límite de conexión y la música (des)gasta mucho. Pasaré por aquí, para contribuir un poco al batiburrillo, o más, si me tienta.
ResponderEliminarMuy bueno, Alan, a la larga empacha.
Loly
Tú misma, hija, ya sabes dónde está el baño y el frigorífico.
ResponderEliminarAdolfo
Qué fino, ¿no eran letrinas? y el hielo para el que le duela.
ResponderEliminarLoly
Lo de "Letrinas" es el diminutivo de "letras" en la forma peculiar "ino/ina" que se usa en Extremadura. Aparte esta aclaración, más que fino he sido impreciso, apenas nos llega para una parva ducha ecológica. Del frigorífico toma buena nota, porque, quitando el hielo, sólo hay mortadela pero está riquísima; muchos nos hemos quedado por los bocadillos de mortadela en mollete; y, nunca se sabe, ¿y si te duele?
ResponderEliminarAdolfo