Los Carmina Burana son una colección de cantos latinos, ocasionalmente trufados de alemán y francés, perteneciente a los clérigos errabundos llamados Goliardos o Vagantes, allá por los siglos XII y XIII. El manuscrito que los contiene debe su nombre a la abadía de Beuern, lugar en donde estuvo antes de ser trasladado a Munich. Los temas que abordan son variados y controvertidos, desde los báquicos y eróticos que celebran la voluptuosidad de la carne y el desmán sensual, hasta los piadosos y espirituales, de profundo y exquisito sentido de la transcendencia, pasando por los cantos puramente descriptivos de la cotidianidad más grosera. El texto primitivo fue reproducido por Pernwerth de Barstein con el título de Carmina Burana Selecta, en Wurzburgo, en 1879; y la colección completa la publicó Schmeller y la amplió Meyer, poco después, con el título de Fragmenta Burana.
Por Carmina Burana conocemos también una celebérrima composición de Carl Orff con la que puso música a veinticinco de los cantos de la colección goliarda. La pieza forma parte de una trilogía, intitulada Trionfi, que ella misma inaugura, y que se completa con Catulli Carmina y Trionfo di Afrodite. En los Carmina están todos los recursos técnicos y estilísticos de Orff; primado del ritmo y ostinatos inacabables, primitivismo coral con coros que cantan al unísono, melodía que cede el paso a una especie de canto llano, armonía reducida a rudimentarios acordes de tónica y dominante, en su posición fundamental. Si a ello añadimos temas de sesgo pornográfico y etílico, tenemos la combinación perfecta para que ciertos críticos acerados hayan considerado la producción de Orff como el ideal artístico del Tercer Reich. Sin embargo, y a pesar de su innegable vinculación con el régimen nazi, Orff supo rastrear en los clásicos para cimentar su obra, y, así, se declaró heredero directo de la tragedia griega, como pueden dar testimonio sus óperas Antigonae, Oedipus der Tyrann, Prometheus desmotes y De temporum fine comedia; una búsqueda que le llevó también a interesarse vivamente por la música de Monteverdi, en concreto por su ópera Orfeo, de la que Orff hizo su propia versión, Orpheus, que estrenó en 1925, en Mannheim, y en la que utilizó instrumentos originales empleados por Monteverdi en su primera representación, en 1607. No obstante lo anterior, y en honor de la justicia, habría que advertir que Orff, coincidente en combatir el abuso del contrapunto medieval, a diferencia de Monteverdi no parecía muy inclinado a enriquecer la melodía, armonía y ritmo. El éxito de Orff se explica, sobre todo, en su inconcebible habilidad para adaptar la música a la fonética del texto, siendo, por otra parte, ésta la razón por la que sus piezas resultan imposibles de (sic) versionar en otras lenguas, y de ahí también que el grueso de su producción se represente fundamentalmente en Alemania.
Escucharemos esta noche dos de las tres piezas que integran sus Trionfi. Para empezar, Carmina Burana, con la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Seiji Ozawa. Dejo aquí, por si el interés, enlace a la letra junto a la traducción al español y catalán de esta composición: http://webs.ono.com/jgarciailla/doc/carmina.pdf
Después, una versión extraordinaria adaptada para ballet de Trionfo di Afrodite, dirigida por Eugen Jochum y la Symphony Orchesta of the Bayerischen Rundfunk.
Buenas noches, Eurídice.
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"CARL ORFF - CARMINA ..."
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Recuerdo que esto nos lo grabaste a mediados de los 80 y ya toda cascadita la cinta de cassette, fue al Polideportivo, y alguna que otra noche la amenizamos poniéndola entre cubatas y partidas de ajedrez.
ResponderEliminarJamás vio tanta cultura aquél bar y aquellas gentes.
Un placer volver a escucharlo.
Me hace gracia el grácil aleteo de las bailarinas y sus extremidades. Me traen el recuerdo de otra película que ahora no viene al caso...
ResponderEliminarMe alegra que os haya gustado.
ResponderEliminarPaco, es como dices, pero aclaraemos que yo no he tomado un cubata en mi vida. Vosotros sí os poníais ciegos, seguramente para apreciar mejor la música de Orff; sois unos puretas de la cultura.
Alan, a mí también; y también me recuerdan muchas cosas.
Adolfo
Digo, Adolfo, que poníamos la música de Carl Orff, mientras despachábamos cubatas y a la vez jugábamos al ajedrez, sí, todo a la vez, unos virtuosos que estábamos hechos... De haber jugado algún torneo por equipos en esas condiciones, no veo quién nos hubiese superado.
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