sábado, 1 de septiembre de 2012

Por el techo del mundo

"Valle Glacial de Machherma, KiajoRi al fondo"
                                            
Llegar hasta los alrededores del Everest, también lo llaman Chomologma y Sagarmatha, no es tarea fácil. Hace falta dedicar mucho tiempo para planificar los detalles del viaje, prepararse tanto psíquica como físicamente y así poder soportar las duras condiciones a las que te somete la naturaleza en esas alturas  y a disfrutar y apreciar la subyugante belleza que habita en sus paisajes y panorámicas. Otra interesante experiencia es poder contactar con una cultura viva y muy diferente a la nuestra, como es la cultura sherpa, es admirable la adaptación del pueblo sherpa a las duras condiciones climatológicas y de altitud que allí reinan.
    
Nepal es uno de los países más pobres del mundo, en una lista de treinta países ocupa el lugar vigésimo-primero, pero esto, solo económicamente, pues cultural y socialmente, es interesante comprobar que posee una riqueza tal, que asombra a cualquier viajero que por allí se aventure.
En mi acercamiento al Parque Nacional de Sagarmatha, donde está el Everest amén de otros ochomiles; tuve que hacerme con un billete de avión que me llevaría de Katmandú a Lukla, población que está a las puertas de dicho parque nacional; no hay carreteras que allí te lleven, se puede ir andando pero tenía falta de tiempo y logísticamente es muy buena solución a este problema. Mí aclimatación a la altura era buena en ese momento, pues venía de realizar un treking de veintiocho días por las montañas del Annapurnna y Daulaghiri; así ni corto ni perezoso me embarqué en aquella aventura que duraría unos catorce días.
(4/4/2012): El avión en el que partí, era pequeño, bastante desgastado por el uso y poco fiable, nos metimos unas doce personas, pero no logré salir de Katmandú a la primera, por problemas de la climatología (tormentas), así que al día siguiente me presenté en el mismo aeropuerto y realizamos la salida con dificultades, pues las nubes que había en el cielo no presagiaban nada bueno.
       
Por fin puse mis pies en el pequeño pueblo de Lukla. Su pista de aterrizaje  vista desde el aire, se parecía a un rectangular sello de correos, es pequeña, muy pequeña, pegada a la cima de una montaña, allí entre las montañas más grandes del mundo, rodeada de pendientes que parecen precipicios y la entrada del avión a la pista era espeluznante, el corazón se me puso en la garganta. El vuelo duró unos tres cuartos de hora plagado de turbulencias y vistas sobre los Himalayas.


La población de Lukla, es de etnia Sherpa y son ellos los que prácticamente rigen todos los negocios que allí existen, desde tiendas de material de montaña hasta restaurantes y lodges. Cuando me bajé del avión, me dirigí a un restaurante donde había quedado con el hombre que me guiaría por aquellas montañas gigantescas y por aquellos parajes que tanto había soñado; se llama Nimá, es bajo y budista practicante, tiene 33 años y una familia con tres hijos, todos pequeños, posee, como después pude comprobar, una resistencia al frío y a la altura fuera de lo común, decidí no contratar porteadores y esa misma mañana nos pusimos en marcha; estuve catorce días viendo las tejas, chimeneas, terrazas y depósitos de agua del techo del mundo. Subí allí siguiendo el curso del río Dudh-Koshi, remontando el valle del Kumbu, que me llevaría inexorablemente hasta el glacial Ngozumpa, el más grande se los glaciares del Nepal. El camino a través de un cielo limpio azul y crudo, por montañas con sus picos llenos de nieve y sus nubes enganchadas a ellas como banderines al viento, el vacío aire que respiro y la luz de la altura hizo que me metiera en un mundo rebosante  de belleza y de admiración, que sintiera esa profunda emoción que me invadía cuando soñaba con estos parajes. Sin ninguna resistencia, por mi parte, me hubiera dejado llevar por el viento que por allí campaba y me trasladaría con él, hasta las altas planicies del Tibet, más allá de los angostos picos, donde fulguran lejanas estrellas rojas en un negro infinito.
                                         
(8/4/2012): A través de una senda serpenteante, que se adentraba por aquellos confines, llegué a una aldea a más de 4.200 metros de altitud, Machherma, donde en el año de 1.974 un Yeti mató a dos yaks e hirió a una mujer sherpa. Desde esta aldea se accede a un valle glaciar de inusitada belleza y que tiene por joya el Kiajo Ri, de 6.126 metros, un pico agudo donde los haya.

Siguiendo la ruta de alta montaña, me acerco con cada paso un poco más al mágico sitio de Gokyo, pero antes tengo que atravesar un gran farallón que subiéndolo me lleva al 1º de los cuatros lagos turquesas de aquellas tierras altas; este primer lago es el más pequeño y no está helado; siguiendo el recorrido y llegando al segundo que está mas alto es más grande y está más helado y  si echas la vista atrás, te enfrentas a una panorámica de ensueño, el pico Cholatse, Tabuche y el Arakamtse, hincando sus agudas cimas blancas en el azul celeste del cielo y al otro lado Gokyo-Ri, la cima desde la que contemplaré, el Everest, Lhotse, Makalu y Cho-Oyu, todos ellos, picos de más de ochomil metros.
La respiración se hace fuerte y las piernas se vuelven pesadas ¡Que bien me vendría un tercer pulmón! estoy a unos 4.700 metros de altitud y el aire es tan leve que casi no lo siento. Ya muy cerca de Gokyo y su tercer lago veo unas aves que son grandes como gallina, diseminadas entre aquellos pedregales, son los perdigallos tibetanos y es una sorpresa encontrarse con tales aves en estas alturas,pero no es la única especie de ave que veo, ya en el lago de Gokyo grullas y gansos procedentes de la lejana Siberia están reposando de su trayecto,  en su camino hacia la India, en una parte del lago que esta empezando a liberarse del hielo.
(9/4/2012): Por fin llego a Gokyo y su mágico entorno situado a unos 4.900 metros de altitud, aquí la falta de oxigeno, prácticamente la mitad de lo que respiramos habitualmente esta deficiencia se nota mucho al andar y hacer cualquier tipo de ejercicio, el cansancio se hace evidente. La adaptación del organismo a la altura y a su falta de oxigeno se puede conseguir andando despacio, tomando altura progresivamente (es conveniente no subir más de 300 ó 400 metros en una jornada), beber unos 4 ltrs. de agua y estar atentos a los síntomas que puedas notar en tu organismo. Aun así hay personas que no evitan el mal de altura, tanto el agudo como el grave, y su faceta mas preocupante es la aparición de un edema pulmonar o cerebral. Estando por estos parajes, era rara la hora en que no pasaban por encima mía helicópteros para rescatar a montañeros y alpinistas que habían sufrido el mal de altura o accidentes que a esas altitudes resultan fatales.

Ya a las puertas de Gokyo y mirando al Norte se destaca, sobre un cielo azul, la imponente mole, de un blanco eléctrico, del Cho-Oyu, una de las cimas más altas de la Tierra, haciendo frontera con China y su región o país independiente, según se mire, del Tibet.

                                                              El Cho-Oyu visto desde Gokyo

(10/4/2012): Después de haber pasado la primera noche de aclimatación en Gokyo, me dispongo a visitar el Campo Base del Cho-Oyu y para ello tengo que seguir esa corriente de hielo y rocas, gigantesca, del glaciar de Ngozumpa, subiendo por la pared Oeste, me encaramo a su borde y sigo en progresivo ascenso por él. Desde allí percibo como su lecho rae y abrasa la montaña por su base. Es peligroso transitar por este borde, constantemente se oye el eco de desplomes de rocas hasta su seno, esto lo veo, de continuos derrumbes en sus paredes y una exagerada verticalidad y altura desde donde estoy hasta su superficie, pero claro esto se mueve, está vivo y en su lecho se abren grietas y entre ellas aparecen un lagos cuyas aguas son de un color peculiar y que se les denomina "leche de glaciar", por su color blancuzco-grisáceo. Me sorprendió que en la superficie del glaciar había rocas de diversos tamaños y polvo, pero en las paredes de sus lagos y grietas que allí se forman, se puede apreciar el color azulado del hielo que corroe la montaña.
 Lago de Gokyo

El día salió mal, por la noche había caído una copiosa nevada y las nubes grises amenazaban con una descarga de nieve; al cabo de un tiempo andando, empezó a nevar y a soplar un gélido viento procedente del Sur, que entraba por el valle de Kumbu y que helaba el alma, trayendo consigo la nieve de nuevo. Con esta perspectiva y poniendo fuerza de voluntad, llegué hasta el 4º lago, a poco mas de 5000 metros de altitud. La visibilidad es muy poca y el frío empieza a causarme problemas con la movilidad, así en estas condiciones, llego hasta un espolón desde el que se domina una basta visión del lago y el glaciar pero que lamentablemente esta visión se redujo mucho, aun así, espectacular.

Quedaba una hora de camino hasta el campo base pero decidí volverme atrás junto a dos Norteamericanos que coincidimos en dicho espolón. Cuando llegamos juntos a Gokyo las condiciones meteorológicas empeoraron  ¡de la que nos libramos amigos! no quedó nadie ahí fuera, salvo los duros yaks.

(11/4/2012): A la mañana siguiente, temprano, me dispongo a alcanzar la cumbre de Gokyo-Ri, 5.400 mts, el ascenso en vertical es de unos 500 mts desde donde salgo. Este ascenso me llevará dos horas, pero ¡que interminables dos horas!según se va ascendiendo, se van divisando gradualmente las cumbres del Everest, Lhotse, Makalu...¡Esto son vistas paisano!

                                      El Everest, Lhotse y Makalu al fondo-drch.
 
El día salio en principio despejado y se veía perfectamente. Vadeando un río, junto con nosotros, unos yaks nos acompañaban y admiramos la impresionante silueta del colosal Cho-Oyu, que nos acompañó durante un tramo del camino.    

                                       Yaks en primer plano con Cho-Oyu al fondo
Ya en la cumbre se divisó, como una carga de caballería, densas nubes que ascendían por el valle de Kumbu y el viento gélido volvía con renovadas energías,  amenazando tempestad. Haciendo un inciso, contaré una anécdota que me llena de satisfacción y alegría; Recién terminada la ascensión y todavía con la lengua fuera, me cruzo, allá arriba, que no es baladí, con cuatro hombres, que son japoneses, que me sonríen, ¡Y que tienen mas de ochenta años!!... No pude mas que aplaudirles y expresarles mi admiración; probablemente habrían sido  alpinistas en otros tiempos y visitaban este lugar que les gustaba. Bueno, volviendo al relato, con el frío que hacía, la ventisca que soplaba y con nubarrones por doquier, nos fuimos a Gokyo a toda prisa, no sin antes echarle un último vistazo a su magnífica panorámica... Único este lugar de la Tierra.

(12/4/2012): Al día siguiente, plenamente aclimatado, con el cielo despejado y temprano, con los yaks y su capa de nieve en la librea cruzando el río, con el Cho-Oyu al Norte, acometimos la ruta que nos llevará al valle contiguo del río Bhote-Khoshi, atravesando el duro collado de Renjo-Pass en cuyo seno de dicho valle discurre un río que nace en un glaciar, al lado del Tibet. Pero esto, amigos, es otra aventura, otro relato.


                               Magnifica vista desde Gokyo-Ri, con el Everest al fondo
 
                                                                                                                           

6 comentarios:

  1. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto leyendo una crónica de aventuras. Emocionante a rabiar. Espero que no tardes demasiado en relatarnos la siguiente aventura. A mí me han dado ganas de irme al aeropuerto rumbo a Nepal. Un abrazo, Diego.

    Adolfo

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  2. Y el vídeo, que no se me cargaba en el navegador, pero que al fin he conseguido ver, es una MA-RA-VI-LLA. ¡Qué regalazo!

    Adolfo

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  3. Ah amigo, entradas como esta justifican tantos años de darle a la manivela de la fábrica de churros. Si que entran ganas de tirar para allá, aunque me pregunto yo si el Himalaya no será un poco privativo para quienes no somos capaces ni de completar la ascensión a la sierra de Hornachos...

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  4. Y lo mejor de todo es que esta es la 1ª entrada de este viaje, por que después de charlar con Diego esta semana, las colaboraciones seguirán, él tiene mucho que contar.

    El vídeo es emocionantísimo. Y el aire debe de golpear de verdad, por que hay momentos en el que no se le escucha lo que dice. Y también, como jadea ante el cansancio y la falta de oxígeno, ahí se ve qué duro es la montaña.

    Pedro, tendremos que ir muchas mas veces a Hornachos para despues embarcarnos enaventuras de estas.

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  5. Yo también he disfrutado de sana envidia, con lo que me gusta la montaña y aunque esta es un sueño ya inalcanzable para mí.
    Bien hecho, Diego.

    Loly

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  6. Una experiencia única y maravillosa.¡ Y lo que te queda por contar!. No tardes mucho en deleitarnos con la continuacion de este interesante viaje.

    Un saludo Diego

    Patri

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Como no me copies te pego

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