martes, 29 de noviembre de 2011

Tebeos en La Casa del Mundo (VII): Obélix y compañía, de René Goscinny y Albert Uderzo

Me preguntaba yo hace un par de semanas, medio en broma, medio en serio, que dónde están los tebeos de Astérix y Obélix. Pues mira, aquí os los traigo. Y con razón, porque hubiera sido imperdonable dedicar una sección a la historieta y no hablar de ésta serie, una de las más importantes que haya dado nunca el medio. ¿O alguien duda de que los personajes creados por el escritor René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo allá por 1959 en la mítica revista Pilote, Astérix, Obélix Idéfix, Panorámix, el bardo Asurancetúrix o el jefe Abraracúrcix son ya patrimonio indiscutible de la cultura popular de nuestro tiempo? Porque además son tebeos que encandilan por su desenfado, por su carácter de literatura de evasión. Cuando uno abre un álbum de Astérix sabe que se adentra en un mundo que nada tiene que ver con el mundo que le rodea, que por un breve momento podrá olvidarse de todos sus problemas e inquietudes. Hagamos la prueba. Voy a elegir un título al azar, uno cualquiera. Por ejemplo este que me queda más a manos: Obélix y compañía.

Año 50 antes de Cristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste ahora y siempre al invasor…

Sí, resisten los galos, pero no se imaginan la magnitud de la crisis que se les avecina. Porque hartos de tantos reveses,
el Cesar y Cayo Coyuntural -un joven ambicioso recién salido de la escuela imperial de administración- han urdido un diabólico plan que amenaza con hacer saltar por los aires la estabilidad del pueblecito.

¿ El plan?

Apoyados en el crédito ilimitado del las arcas imperiales, pretenden comprar todos los menhires de la aldea de forma que se cree un boom alcista en el mercado y forzar así a los galos, casi sin darse ni cuenta, a sumergirse en una loca y obsesiva carrera por incrementar la producción. Para ello Cayo Coyuntural traba amistad con Obélix y le pide un mayor número de unidades. Obélix se ve obligado a abandonar sus saludables hábitos de vida para emplearse a fondo en la talla del menhir; contrata vecinos para que cacen por él y además empieza a preocuparse por vestir como corresponde a un hombre de su posición

¿La consecuencia?

En seguida toda la vida del pequeño pueblo gira alrededor de los euros… digo… de los sestercios del menhir. Y aunque la aldea atraviesa un momento de bonanza económica, ya no es la que era, porque lo hace a expensas del sacrificio de sus valores tradicionales. Cosa que no gusta ni un pelo ni Astérix ni a Panorámix, los únicos que mantienen la cordura. Hasta que repentinamente y en vista de la alta rentabilidad del mercado, todo el mundo antiguo, los romanos, los griegos, los fenicios... se pasa al sector. Nadie se resiste a la fiebre del menhir, ni aun cuando eso implique descuidar las demás actividades productivas. Y eso que tampoco nadie sabe con certeza para qué diablos sirve un menhir.

Y claro, inevitablemente un día el mercado se satura y colapsa; las arcas del Cesar, que hasta entonces se habían encargado de financiar y promover el boom se vacían y no quedan ni las telarañas; los romanos, que son arteros pero no tontos, dejan inmediatamente de comprar y el precio del menhir, y con él el sector al completo, se hunde en la miseria. Lo que hasta entonces había sido una mercancía de lo más apetecible ahora se transforma en un bien molesto, inconveniente, no sé… algo así como… como un activo tóxico. Lo cual al menos servirá, una vez superado el disgusto, para que la irreductible aldea gala recupere la sensatez y vuelva a sus valores tradicionales, alejada definitivamente de la obsesiva gripe mercantilista por la que ha atravesado. Y ya de paso y como quien no quiere la cosa, para volver a zurrarle a los romanos, en nombre de las buenas costumbres, sí, pero también por conspiradores y por listillos.

En fin, que estamos ante una divertidísima y no menos feroz sátira sobre un hipotético e imaginario mundo de los negocios que por supuesto, como toda literatura de evasión, no tiene nada que ver con nuestro mundo real. Pero vamos, nada, lo que se dice nada. Ya lo apuntan los propios autores en una de las viñetas del álbum:

…lo que va a seguir será difícilmente comprensible para aquellos que no están familiarizados con el mundo de los negocios antiguos. Más aún teniendo en cuenta que todo esto es impensable hoy día, pues a nadie se le ocurriría probar a vender algo completamente inútil…

Di que sí, ¡viva la imaginación y la fantasía!

Obelix Y compañia

1 comentario:

  1. Es una historieta genial, como todo lo que hicieron los dos creadores juntos. Otra historieta muy buena es la de La Residencia, y en la que los romanos usan otra estrategia para romanizar al enemigo. Tampoco tiene nada que ver con la vida real...

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Como no me copies te pego

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