Un amigo finlandés al que conocí hace unos años, muy aficionado a la música antigua, hasta el punto de que canta en un coro, y a la música en general, a lo que puede servir de indicio el que sus dos hijos toquen el fagot, me dijo en una discusión encendida que nadie jamás había compuesto para violín y orquesta una obra de la perfección técnica y belleza con la que lo hizo Jean Sibelius. De nada sirvió que le recordara los conciertos de Brahms, de Beethoven, de Mendelssohn, ni tan siquiera el de Tchaikovsky, que inspiró claramente al del compositor finés y que el propio Sibelius tenía como monumental. Se mantuvo en sus trece. Y nadie del grupo pudo convencerle pese al rico vino y jamón con el que le obsequiamos.
No sé si Timmo estaría en lo cierto o si acaso se dejaría llevar por un arranque de emotivo nacionalismo pero, sin duda, el concierto de Sibelius para violín y orquesta, en Re menor, Op. 47, es una de las cimas del repertorio violinístico y auténtica piedra de toque para los grandes maestros del violín. Confieso, además, que es uno de mis favoritos; y no podía faltar entre las propuestas un concierto para violín, instrumento por el que siento verdadera fascinación.
Sibelius es un personaje curioso, amante de la naturaleza y la vida tranquila, contemplador de grullas y de cielos opalinos. Como compositor, la crítica estuvo muy dividida: Para unos, genial exponente de la síntesis de la tradición; para otros, obsoleto y aburrido tejedor de componendas ajadas, advenedizo oportunista, chamarilero sin talento que...; pero basta, ya os hacéis una idea. Adorno, por ejemplo, no tenía muy buena opinión de él; no así Bartók, que lo tenía por excelente. En todo caso, nunca viene mal recordar las palabras que Sibelius dirigió a sus críticos: "Nunca se ha levantado un monumento a ningún crítico."
En esta ocasión escucharemos una magnífica interpretación de Sarah Chang, violinista precoz que a juicio de Menuhin es la encarnación de la violinista ideal: Absolutamente perfecta. Precioso el momento en que Chang ejecuta su última nota; ya lo veréis. La acompaña la Concertgebouw Orchesta. Ahora podréis ver también esta estupenda sala de conciertos. Espero que os paséis bien.
Buenas noches, lagos helados.
No sé si Timmo estaría en lo cierto o si acaso se dejaría llevar por un arranque de emotivo nacionalismo pero, sin duda, el concierto de Sibelius para violín y orquesta, en Re menor, Op. 47, es una de las cimas del repertorio violinístico y auténtica piedra de toque para los grandes maestros del violín. Confieso, además, que es uno de mis favoritos; y no podía faltar entre las propuestas un concierto para violín, instrumento por el que siento verdadera fascinación.
Sibelius es un personaje curioso, amante de la naturaleza y la vida tranquila, contemplador de grullas y de cielos opalinos. Como compositor, la crítica estuvo muy dividida: Para unos, genial exponente de la síntesis de la tradición; para otros, obsoleto y aburrido tejedor de componendas ajadas, advenedizo oportunista, chamarilero sin talento que...; pero basta, ya os hacéis una idea. Adorno, por ejemplo, no tenía muy buena opinión de él; no así Bartók, que lo tenía por excelente. En todo caso, nunca viene mal recordar las palabras que Sibelius dirigió a sus críticos: "Nunca se ha levantado un monumento a ningún crítico."
En esta ocasión escucharemos una magnífica interpretación de Sarah Chang, violinista precoz que a juicio de Menuhin es la encarnación de la violinista ideal: Absolutamente perfecta. Precioso el momento en que Chang ejecuta su última nota; ya lo veréis. La acompaña la Concertgebouw Orchesta. Ahora podréis ver también esta estupenda sala de conciertos. Espero que os paséis bien.
Buenas noches, lagos helados.
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