domingo, 11 de diciembre de 2016

Letrineros lapienses

El sábado 10 de diciembre hicimos nuestra clásica ruta otoñal de letrineros, los saco de paseo al campo, para que las pantallas, libros, tabletas y que todos esos componentes electrónicos descansen durante unas horas, y las mentes de mis amigos se oxigenen. En esta ocasión faltó Juanlu, y también El pega, aunque este suele venir de forma esporádica. Pero, a ambos le encontramos sustitutos, un irlandés, Fran Cassidy y Fernando (del cual no sé el apellido), un amigo de Burgos que está estos días en nuestro terruño. David, Pedro y yo, éramos los veteranos en esta aventura otoñal.

Antes de salir en dirección a La Lapa, nos paramos en El mercado de Almendralejo y nos apañamos unas buenas tostadas, Fernando, no daba crédito de que algo tan sencillo como una tostada de aceite, ajo y pimientos, pudiese estar tan bueno.

Después de la alimentación, pasamos al viaje, y la media hora se nos pasó rápidamente, ya estábamos en La Lapa, y desde allí, nos metíamos en La sierra de Las cruces, con un bosque impoluto, unas dehesas bien conservadas, una humedad extraordinaria, que hace que la variedad de plantas sea algo llamativo para los apasionados a esta afición.

Pedro y Paco en plena cuesta.
Eso sí, la zona, no es precisamente llana, había unas cuestas de más de 700 metros de longitud, y con un buen porcentaje, eso hizo que tuviésemos que parar en varias ocasiones, para recuperar el aire, y las pulsaciones, también para disfrutar de todo lo que nos rodeaba. 

Cerdos ibéricos.
David sacó un té casero, en mitad de la cuesta, y es que ya sabemos que a este chico, un tercio vasco, otro tercio gallego y una última parte muy extremeña, le encanta ofrecer todo lo que tiene, que si comida, que si bebida. Es un dispendio el chico. Ya que en estos lugares especiales, no hay que ir deprisa, sino apreciar todo lo que te rodea: los olores, las aves, las setas, los paisajes..., hasta integrarte lo más posible en el entorno.

Al llegar arriba del todo, había una cerca que nos impedía seguir avanzando, retrocedimos unos metros, e intenté recordar un camino que trochaba por mitad del campo, para terminar de hacer la ruta circular que tenía en mente, pero hacía como un año que no iba a ese lugar y con los compañeros no me quería arriesgar a que ocurriese un percance o imprevisto.

Vacas tercas.
Así que deshicimos el camino, solo que ahora Fernando se quejaba de que la cuesta abajo le cargaba los gemelos. Al llegar a un cruce, seguimos en dirección a una dehesa, allí tenía la idea de meterlos en pleno bosque, pero unas vacas tercas, se interpusieron en el camino, yo estaba seguro de que no nos harían daño, pero..., ante la duda, mejor dar marcha atrás y eso hice con todo el dolor de mi corazón, por que había dejado lo mejor para el final.

¡La merienda!
Ya después de tanto andar, Fran y yo nos buscamos un lugar para comer el bocadillo, para eso no hubo quejas, todos se buscaron una piedra o directamente se tiraron sobre la hierba húmeda, allí, acompañado por la marca blanca de una conocida marca cervecera andaluza, (no la diré, pero si no la adivináis...) nos comimos los bocatas, pasó un gavilán en dirección oeste, iría al bosque de ribera a buscar una presa para comer en el mediodía. Salió el único buitre leonado, y un milano real, con dos cuervos cerca para rapiñarles lo que cazase. 


Paco y Fernando
Las conversaciones eran diversas, pero Fran, estaba sorprendido de mi afición al ajedrez y no paraba de preguntarme cosas sobre ello. Nosotros también le preguntábamos sobre sus viajes por Asia, y como ha llegado a parar a Almendralejo. Interesante personaje. 

Tras el almuerzo, decidimos bajar al pueblo a tomar un café y retornar al pueblo, ya que algunos tenían menesteres que hacer. De todas formas quedamos para repetir experiencia, ya que todos quedaron extasiados de la belleza del lugar.

Letrineros celebrando llegar vivos.

3 comentarios:

  1. Pues si, fue breve pero intenso. La próxima vez, con Jl y El Pega nos adentraremos un poco más entre las jaras.

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    1. A ver si en las fiestas, encontramos un hueco para hacer una ruta con el refuerzo de Diego y JL.

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  2. Yo disfruté como un enano con las cuestas. De hecho podría pasarme la vida subiendo una cuesta y sería el hombre más feliz sobre la tierra. La próxima a ver si las encontramos más empinadas.

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Como no me copies te pego

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