martes, 29 de marzo de 2011

Marga


Revolviendo cajas encontré su muñeca. Algo estropeada, con polvo, sin alma, pero sonriente como fue siempre.
Un escalofrío me recorrió la espalda de arriba abajo, noté como la sangre iba arrinconándose por mi cuerpo, sin fluir, sin querer pasar y activarme.
No sé bien como llegué a sentarme, supongo que fueron las piernas que cedieron solas.

Recogí la muñeca en mis manos, con mimo, con la fragilidad y miedo con el que se coge un recién nacido. Su tacto aún era suave y olía a ella. ¿Por qué sería así? Había pasado mucho tiempo y aún mantenía su olor.

Era pequeña más o menos como mi antebrazo. Tenía  dos redondos ojos inexpresivos pero que acompañados con su amplia sonrisa, denotan felicidad. Cómo la que desbordó ella el primer día que la vio. Aún la recuerdo, corriendo por la sala, manteándola una y otra vez rompiendo en carcajadas cada vez que la recuperaba.
El pelo de la muñeca alborotado, como el suyo al despertar cada mañana junto a ella.
Y su vestido, un viejo mantel que mi madre no usaba.

Todos estos recuerdos me hicieron sonreír y abrazarla más fuerte. Al hacerlo me vinieron a la mente muchos recuerdos de ellas dos juntas. El primer diente que se le cayó, en vez de decirlo, lo guardó en el vestido de ella, Marga, su muñeca. Hasta pasados 3 días nadie se dio cuenta de que faltaba aquel diente.

Recordé aquel día, no tan fatídico como podría haber sido, también Marga estaba presente. Ambas estuvieron jugando, ella corría y reía con Marga en la mano. Distraída, sin darse cuenta bajó de la acera, momento en el que un coche giraba algo más rápido de lo normal, una mano amiga tiró de ella en ese instante salvándole la vida, Marga salió algo mal parada. Tuvimos que volver a coserla y tras unos días en cama (ella se obcecó en que debía guardar cama) Marga volvió a estar casi como siempre (quedaba alguna cicatriz de recuerdo)

Tantos recuerdos. A medida que olía a Marga venían a mi recuerdos, muchos, preciosos evocaciones y porqué no, tristes. Demasiado tristes y entre ellos, cuánto la echaba de menos.

Me levanté como pude, con Marga aún en la mano, caminé lento por si mis piernas decidían tomarse un nuevo descanso. No fue así, por suerte.

A duras penas entré en aquel cuarto, al final del pasillo en el que llevaba una eternidad sin entrar. Su cuarto.
Al cruzar el umbral las lágrimas comenzaron a hacer acto de presencia, recorriendo mi cara y mi cuerpo.
Tras pocos pasos llegue a una estantería, pensé que era el mejor sitio para alguien tan importante en nuestras vidas, para Marga, y tras un beso en la frente (inspirado en ella) la dejé sin mirar atrás.
Caminé con algo más de fuerza, necesitaba reponerme, me sacudí el polvo de la ropa. Volví a retocar mi peinado, mi maquillaje y entré en la salita. (Aquella en la que ambas se conocieron). Me senté en el sofá más cercano a la ventana. Y tras conseguir serenarme marqué un teléfono.

-          ¿Hallo?
-          ¿Aitana?

-          Oui, ce est moi.

-          Cariño, soy yo.

-          ¡¡¡Mamá!!! ¡¡Qué alegría oírte!! ¿Cómo estas? Te noto triste, ¿estáis todos bien? ¿Pasó algo?

-          Si, cielo, todos geniales. Y no estoy triste, me alegro muchísimo de oírte. Te echaba de menos.

-          ¡Oh mamá! yo también, os echo de menos cada día.

-          Bueno, bueno, no nos pongamos melancólicas. ¿A qué no adivinas qué he encontrado? – decidió cambiar de tema, sabía que aquellas lagrimas aún estaban esperando cualquier excusa para salir de nuevo.

-          Umm ni idea, cuéntame, me muero por saberlo.

-          A … ¡Marga!

-          Jajajajajajajajaja ¿de veras? ¿dónde estaba?

-          En un viejo baúl. Pero ya está a salvo, en tu cuarto - esbocé una sonrisa mientras pensaba en ese cuarto vacío. Si, sin duda estaba a salvo, no como mi pequeña.

-          Cuando vuelva me la traigo, seguro que a mis hijas les gustará.

-          Claro cariño – Pensar que Marga también me iba a abandonar me partió un poco más el corazón.

-          Mamá tengo que irme, luego te llamo ¿vale?

-          Claro pequeña, cuando puedas. Saluda a todos de mi parte.

-          ¡Ah!, Mamá.

-          ¿Si?

-          Te quiero y te echo muchísimo de menos. Me llamaaan, tengo que irme.

-          Yo también te quiero pequeña.

5 comentarios:

  1. Sniffff... Yo guardo un osito Teddy muy guapo k me regalo V. cuando era pekeño... Lo dejare a mano cuando me vaya de casa para k mi madre me llame por telefono... Y eso k sospecho k esta deseando k me independice...
    ;-)

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  2. jo! que historia tan bonita.....me deja un gusto agridulce...no creo que mi madre me eche tanto de menos...esa mujer no llora porque eche de menos a la persona que responde al teléfono....no sé....me ha dejado un pelín....rara.

    Precioso relato, Ana. yo también me veo todas tus pelis!

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  3. Oli!! que tierno eres!! Yo creo que la mía también lo está deseando.

    Maripili, su hija estaba muy lejos. jajajaj me alegro de que veas mis pelis! besos a los dos, locuelos.

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  4. ¿Muy bonito, no te da verguenza ir perdiendo los archiperres por cualquier sitio?.je, je, ya sin bromas, muy bonita la narración.Saludines.

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Como no me copies te pego

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