sábado, 6 de octubre de 2012

Río Cervigona

Ir a la Sierra de Gata es una obligación y un placer para quien guste de disfrutar de la Naturaleza, el viaje es de mas de 2 horas desde Almendralejo, sobretodo era muy duro a partir de Coria, donde terminaba la carretera buena y tenías que ir en dirección a Acebo, pero desde San Martín de Trevejo, todavía hay una aldea más arriba llamada Trevejo que tiene un pequeño castillo derribado y que con motivo de estar cerca de Portugal tenía razón de ser.

Era en el día de año nuevo (creo que del 1993) cuando cojimos dos vehículos mas o menos a las 7 de la mañana, pasamos por la Avenida de la Paz, y me pareció ver al Adolfete con una buena tajá, (pero también pudiera ser que no fuese él) celebrando que terminó el año de la EXPÓ o algo así. En un Citröen BX íbamos Paco el melli, José Luis A.K.A. Cano y este que relata estas aventuras, en el otro vehículo un R-4 que tenía miles de km's de caminos pedregosos iba Diego y su mujer Mª Ángeles, eran esos años en los que hablar de autovías era una utopía, así que tardamos mucho más de lo previsto, pero sobre las 12:00 de la mañana nos plantamos al lado del río Cervigona, en un prado, en el que había mucha humedad.

En pleno invierno, las noches son larguísimas, sobretodo si estás rodeado de montañas que hace que te despidas del sol media hora antes de que se  ponga en el horizonte. Así que bien pronto nos pusimos a cenar y a pesar de que el cielo estaba completamente raso e ideal para ver las constelaciones, nuestro maestro en estas lides (o sea: Diego) prefirió meterse en el saco de dormir y calentarse un poco. Eso significaba estar dentro de la tienda de campaña y por lo tanto nada de ver estrellas. Ya dentro de la campaña las 5 personas, intentamos dormir, pero realmente era difícil con tan poco espacio y el frío atosigándote, dejándote los pies helados, por esos años yo estaba acostumbrado a dormir en zonas duras, así que no buscaba excusas para ponerme de lado y dormir, pero en esa ocasión no terminé de conciliar el sueño, además, por si uno no tuviese bastante frío, encima tenía que salir a miccionar en mitad del campo, pisar a los compañeros..., en fin, os lo imagináis.

Por fin amaneció, pero la noche había conseguido que el mal humor aflorase y si calentabas la leche para desayunar, pues lo hacías mal por no esperar a que se levantasen los compañeros y sino, pues también hacías mal, por no prepararle el desayuno al señor... ¡Ay, qué susceptible estábamos aquél día!

Al salir el sol y darnos en el rostro, decidimos hacer la ruta que nos habría de llevar a una cascada de unos 60 metros de altura, a pesar de que estábamos inmersos en un ciclo de sequías que duró 4 años largos,  los primeros metros eran un paseo llano, pero después teníamos que girar a mano derecha y subir una gran pendiente llena de jaras, coscojas, brezos y matorral diverso, a mitad de la subida, se cerraba mucho más la vegetación y entonces nos tuvimos que aprovechar de una tubería que seguía la ascensión, para poder proseguir. Cuando llegamos arriba, empezamos a quitarnos la ropa de abrigo que nos sobraba pues estábamos sudados de "pe a pa", pero era esa la zona en la que queríamos estar y allí vimos majestuosos ejemplares de Acebo (ese árbol tan relacionado con la navidad), menos bonitos eran los madroños, pero su fruto era mas codiciado para suministrarnos dosis de azúcar en sangre y recuperar algo las energías. 

Ahora el ambiente era distendido y agradable, especulábamos con la posibilidad de ver algún mamífero, tipo lince ibérico o la nutria, pero apenas veíamos aves,  si acaso creo recordar a la pareja de Águila Real que trasiega esas montañas, y algunos buitres leonados en busca de la comida matutina.

Debíamos de bajar un poco ahora e ir en dirección a la cascada (alguno bromeaba con bañarse en ella), el descenso era harto peligroso, las piedras llenas de musgo resbalaban por doquier, y a pesar de que creíamos haber cruzado el río, te volvías a cruzar con otras vías de agua, algunos saltos eran complicados y terminabas con los pies remojados. Pero después de varias horas de camino tortuoso llegamos a la cascada, ya solo quedaba el camino de vuelta a la tienda, y en ella decidimos volver al pueblo, pues otra noche tan fría como la anterior no nos apetecía volver a pasarla. Antes vimos a unos pastores del lugar y que nos confirmaban haber visto varias veces el Lince Ibérico, y eso nos llenaba de satisfacción, por otra parte, había proyectada (ya hace años una realidad) una presa que degradaba el maravilloso valle del río Cervigona, al que le saca solo beneficio la empresa hidroeléctrica, pues allí, no había problemas con el suministro de agua, pero así son los ingenieros de hoy en día, ven un río y solo piensan en poner una pared con un salto de agua y a ver cuanto beneficio económico les da. Poco les importa la vegetación que se pierde, los animales que terminan desplazados por las aguas, las mismas aguas que ya no son tan puras, la ictiofauna que cambia, en fin, se pasa del modelo rural a otro en el que se benefician unos que no son ni de la zona, por el "bien general", y yo al menos pude ver al río salvaje, pero también es cierto que hace casi 20 años que no me acerco por allí ya que me entristece ver otro pantano más y un río menos. La población de linces desapareció de allí, no teniéndose todavía noticias de que hayan nuevos visionados de este animal, del que se están gastando una cantidad indecente de dinero desde Europa para recuperarlo, y sin embargo llega el gobierno central y le da permiso a la Endesa, Iberdrola o Unión Fenosa de turno para modernizar el campo. 

Y es que yo ¡no entiendo nada!


2 comentarios:

  1. buendía en el espejo9 de octubre de 2012, 19:31

    Bueno Paco, esta batallita ya tiene años. Al igual si vuelves de nuevo te sorprendes de lo que ves o de lo que dejas de ver.

    Pdta: con lo de "miccionar" en mitad del campo te has pasado de eufemismos o no.

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    1. Yo en cuestiones de aventuras, voy con dos décadas retraso; tú que me conocías por aquellos años, sabes que estaba un fin de semana y otro y otro andando por el campo, hoy en día, si soy capaz de escaparme dos veces al año, es un auténtico milagro. Así que perdona, pero el día que pierda la memoria, tendré este blog para recuperar las aventuras que hice de jovencito.

      Saludos,

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