Me lo preguntaba no hace mucho un compañero de trabajo, ¿cuál es la gracia o el interés que le vemos a las competiciones deportivas los que sí somos aficionados a ellas? Para mí el asunto es claro: el hecho de que, como las novelas, el cine o los tebeos, cuentan historias. Y más si hablamos de una partida de ajedrez, donde apertura, medio juego y final resultan tan fácilmente extrapolables a los clásicos planteamiento, nudo y desenlace de cualquier narración que se precie. Pues bien, esa es la gran virtud de la partida que nos brindaron ayer Carlsen y Anand: que tuvo historia. El desenlace fue el mismo de siempre, las tablas, pero esta vez sí al posicionamiento inicial le siguió un nudo con verdadera intriga, con un Anand marcando territorio con negras y Carlsen reculando y salvando los muebles como pudo. Al final el hindú no encontró el camino para materializar la ligera ventaja de sus piezas, pero la sensación que deja la tercera partida es que Carlsen, pese a conseguir la igualdad, no sale indemne del envite. Habrá que confirmarlo en las partidas próximas, pero este primer cuarto del torneo nos ha mostrado a un Anand que juega a su antojo con un rival asustadizo al que el evento parece venirle, de momento, demasiado grande.
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