Todo es simulación en el cómic: no hay sonido, no hay volumen, no hay movimiento, no hay tiempo. Sólo espacio: la extensión plana de la página. Y en esa limitación constitutiva se finge el universo entero. La escritura se transforma en sonido; la perspectiva eleva las dos dimensiones a la tercera; la secuencialidad otorga dinamismo a lo estático, y el espacio se transforma en tiempo.
Ese es el juego de travestismo que explota con mano diestra Richard McGuire en esta historia de un espacio único, aquí, que justamente por ello, por contar las peripecias de un solo lugar, erige en protagonista absoluto al tiempo.
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