miércoles, 12 de junio de 2013

Desde El Piquito hasta las Buitreras

                                            Ascenso al Piquito
Al llegar el mes de Junio y como es habitual todos los años, Diego, Juan y este cronista nos ponemos de acuerdo para hacer una ruta por la Sierra de Gredos, entre otras cosas para no perder el hábito, también para desconectar del pueblo y de las cosas que hacemos habitualmente, y, también, para quedar en evidencia, nuestra forma física va cada vez a menos, nos vamos haciendo mayores, las mochilas nos pesan más, pero aún así, creo que tiene gran mérito las palizas que nos pegamos todos los años.

Oropéndola
Empezamos cerca del Guijo de Santa Bárbara, y solo al dejar el coche, escuchamos el trinar de las oropéndolas, al volar de un árbol a otro. Poco después salió una rapaz, bastante rara y esquiva como es el Halcón Abejero, pero que tuve la fortuna de poder distinguir, gracias a las líneas barradas de su parte ventral.

Nos introducimos en el bosque de robles, y Diego tuvo la mala suerte de que se le introdujese en el ojo un molesto mosquito, el cual te irrita bastante; después de subsanado el accidente, pudimos disfrutar de varios elementos naturales realmente curiosos, como es el ver como una gran roca se había partido en varios trozos, había rodado, pero para el ojo inexperto solo serían 4 piedras más en el campo, para el apasionado de las piedras (Juan) era ver como encajaban perfectamente las piezas de un puzzle.


                                         Garganta de El Campanario

El ascenso no era excesivamente duro, pero sí largo y prolongado, pasamos la 1ª cota de renombre, El Piquito, que ya pasaba de los 1300 metros de altitud. Una hora más tarde paramos a comer y buscar un lugar donde dormir, como el chozo en el que teníamos pensado descansar está tan sucio y abandonado, preferimos dormir al raso, viendo las estrellas, pero también sufriendo las inclemencias del tiempo, ya que bajaron tantas las temperaturas que cayó una helada que hicieron que se formase escarcha en nuestros sacos de dormir. La noche se hizo también más larga de la cuenta, gracias a que un Ruiseñor, se tiró tooooda la noche trinando, (la madre que lo parió).

A la mañana siguiente, seguimos ascendiendo, la idea era llegar lo antes posible a los 2000 metros de altitud y después ir siempre por las cumbres y así evitar muchos desniveles. Las formaciones rocosas no paraban de llamarnos la atención,y las imágenes se sugerían por sí mismas.


                                Juan y Paco devorados por una ¿tortuga?

Al llegar a los neveros, tuvimos que coger nieve para poder hidratarnos, ya que en esa parte no había fuentes para mitigar la sed. Suerte que no hizo calor y tampoco la radiación solar era muy alta, y los 3 días pudimos aguantar bien sin quemarnos ni pasar por unas temperaturas extremas. Y uno suda y sufre al ascender por zonas con muchas piedras sueltas, y con piornos de mucha altura, todo parece que se te pega a la piel, pero los paisajes compensan ese sobre-esfuerzo, y después de llegar al pico de la Buitrera 1, paramos a descansar y comer, y ya puestos en faena, también a echarnos una siesta.

Era un tanto contradictorio que a la sombra hiciese un frío tremendo, y sin embargo en cuanto te daba el sol, sudabas de lo lindo, así que usamos nuestra maña para protegernos del sol y no pasar frío. Mientras, los buitres leonados pasaban cerquísima de nosotros, y por lo tanto disfrutábamos de lo lindo de sus majestuosos vuelos.

                                         Descenso a la portilla Jaranda

Cuando pasó el mediodía, nos fuimos con la intención de ascender el pico La Covacha, pero nos dimos cuenta de que la distancia era demasiada para la carga que llevábamos a la espalda, así que declinamos subirlo, ni ese pico ni el Estecillo estaban este año a nuestro alcance, pero sí el 2º pico de La buitrera, en donde hacía un aire del norte verdaderamente criminal. Ahora nos quedaba ir en dirección a Portilla Jaranda, eso es en descenso y pegando botes entre enormes piedras, que eran muy inestables. Te exigía una concentración agotadora, una precisión en los saltos y en las combinaciones que hay que hacer entre piedras, que ya quisiera ver yo a los jugadores de ajedrez en semejantes situaciones, y todo esto sin perder el equilibrio, ni caerte, ni asustarte y quedarte bloqueado en semejante situación y a tanta altura.

Por fin, al llegar a Portilla Jaranda, pudimos iniciar el descenso por un "camino", este te pedía que no te relajases tampoco y durante más de dos horas seguimos andando hasta que llegamos a una serie de chozos, antiguamente habitados por pastores, pero que por desgracia están en muy malas condiciones y por lo tanto no nos quedó mas remedio que volver a dormir al raso. Esa noche dormí bastante mejor, posiblemente por el agotamiento, pero también por que mi espalda se amoldó mejor al suelo. 

A la mañana siguiente seguimos el descenso por la Garganta Jaranda, y llegar al Trabuquete, sitio paradisíaco en la que van muchos vecinos de Jarandilla y el Guijo de Santa Bárbara a bañarse en verano. Por el camino vimos algunas especies de aves tan difíciles de ver como la Lavandera Boyera, el Chochín, o el Avión Roquero. 

Todo esto fue la aventura primaveral de este cronista, Diego y Juan, los cuales, no estamos en tan mala forma como parecía al principio de nuestra aventura.

4 comentarios:

  1. Muy buena esta aventura en Gredos, espero que haya muchas mas y no solo por esa época. Se te olvidó nombrar otras especies que tuvimos el placer de contemplar por esos solitarios parajes;La cabra montés(ese macho de enormes cuernos que nos salió cuando nos aproximábamos al chozo de altura), el enorme jabalí de lomo negro, el ejemplar de tejo, metido en la grieta de la gran roca de granito y los varios ejemplares de acebos que salpicaban las gargantas por las que pasamos...en fin una maravilla. Bueno Paco a ver cuando repetimos para que sigas escribiendo las crónicas de nuestras aventuras. Un saludo.

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  2. También he dejado para atrás la historia del cabrero que había vivido en la garganta aquella con su familia, y que la verdad, me gustó mucho, por que no solemos coincidir con personas que hayan estado viviendo en aquellos chozos, y nos mostró como fue la vida (en palabras) de los cabreros en los años 70.

    A ver si consigo convencer a algún letrinero para hacer una ruta (más suave) para que empiecen a ver la belleza de estas sierras extremeñas.
    Por cierto, se me olvidó decir que las fotos que ilustran esta entrada son de Diego, así que démosle su mérito.

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  3. Pues sí que parecio interesante,Paco.
    Eso sí, creo que hablo por casi todos los letrineros cuando digo que cuentes con nosotros cuando quieras......Para leerte...

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  4. Todo depende de lo que te guste la Naturaleza, David, si eres capaz de apreciar belleza entre los peñascos, si sabes valorar los cantos de las aves, si no te importa dormir en el suelo, a la intemperie y viendo las estrellas, si te gusta disfrutar de buenas e interesantes conversaciones con Juan y Diego, sin duda, no buscarías la escusa de que me canso haciendo ejercicio físico por las montañas de Gredos.
    Hay que poner en la balanza siempre los pros y las contras de cualquier actividad que se haga fuera de casa, evidentemente, ir a la montaña para conectarte a internet y guasear, pues para eso no cuentes conmigo, incluso llevarte una cerveza, se puede entender, pero embriagarte para alucinar con lo que te rodea... No sé si me entendéis. De todas formas, en septiembre volveremos, sondearé la posibilidad de que nos acompañéis a estas aventuras.

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Como no me copies te pego

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