No es habitual en mi ir al campo con un guía para mostrarme algo que más o menos sé lo que es, pero la verdad que tener como quien dice de vecino al ornitólogo Marc Gálvez y no aprovecharlo, realmente sería un desperdicio.
Y no fuí solo, nos reunimos después de 15 años o más, los viejos amigos (Diego, Paco "melli" y este cronista) a ver aves, y para eso primero tuvimos que desplazarnos a Palomas, porque allí habíamos quedado con Marc y así que nos enseñase la Campiña Sur, una zona que queda entre las comarcas de Tierra de Barros y La Serena.
En el lugar que nos habíamos citado estaba lleno de cazadores, allí llenos de jaurías de perros, y no era para nosotros el preámbulo de algo bueno; aquellos cazadores salieron antes que nosotros, pero teníamos la esperanza de que no fuesen al mismo lugar que habíamos elegido para campear.
Así que nos montamos en el coche después de que Marc nos dijera la ruta que íbamos a hacer. A los pocos kilómetros y ya cerca de una dehesa nada más pasar Puebla de la Reina vimos una imagen insólita: varios buitres leonados posados en encinas y sin duda debido a que les cogió la noche en una carroñada, por lo tanto en vez de ir a su nido, se quedaron cerca de la carretera a dormir de aquellas maneras. Poco tiempo después, Marc nos hizo bajar del coche, debido a que había 6 palomas zuritas en un campo de labor. La mañana era fría pero sin duda empezaba siendo fructífera.
La siguiente parada fue al poco de pasar por Retamal de Llerena (ni que decir tiene, que yo jamás había hecho esta ruta en coche y por lo tanto estaba ojo avizor a todo lo que se movía) y fue tras llegar a una pequeña presa en el río Guadámez (el cuál tampoco conocía), donde paramos (la temperatura allí era de -3º) de donde salió de entre la vegetación un increíble aguilucho lagunero, que se dio la vuelta y se fue a un lugar más tranquilo. Marc empezó a identificar sonidos: que si un pinzón por allí, que si un chochín por allá, que si un pito real en aquél lugar, yo alucinaba, igual que Diego, que de montañas sabe un huevo y de pájaros tampoco está tan mal, pero es que lo de este, no es normal...
Por fin llegamos a una finca en Valencia de las Torres, donde se cruza con el río Matachel, y en el que teníamos la esperanza de ver algunas águilas, pero el frío era mucho y si no hay posibilidad de coger algunas térmicas que les hagan desplazarse sin gastar energía, las rapaces no salen del nido. Así que seguimos camino hacia adelante, ya llegamos a la zona de seudo-estepa, y aquí lo más típico de ver son las grandes aves, y allí estaban las grullas a centenares, los ánsares y las avutardas. Pero Marc nos dio otros sobresalto: "eso es un gavilán, creo, y después, sí sí, salid del coche"; el vuelo de esta pequeña rapaz es espectacular y va en dirección a por un pájaro mediano, éste le hace un quiebro al gavilán y salva su vida, mientras el gavilán se posa en un tronco intentado disimular su fracasado ataque.
Ahora nos desplazamos al embalse de arroyo conejo, hay varias especies de anátidas, fochas, somormujos y claro, una de las sorpresas del día, una chova piquirroja, un ave de la familia de los córvidos que tiene unas patas y picos rojos que la hacen muy llamativa. También nos quedamos escandalizados con la inversión que se hizo en ese lugar con un magnífico centro de interpretación, que lo único que hace es coger polvo. ¿Qué no podrían hacer comunidades como País Vasco, Cataluña o Navarra con la cantidad de recursos naturales que hay aquí?
Después de un bocadillo con una cerveza, volvemos sobre nuestros pasos, para ver si tenemos suerte con las rapaces. Pero antes nos dimos con esta imagen:
Por fin nos quedamos un rato cerca del Río Matachel, por allí nos saludó la graciosa curruca rabilarga, que como bien dijo Marc, es muy apreciada por los birdwatchers británicos, que no disfrutan de esta especie en sus islas. Mientras ahora veíamos a los Buitres volar, esperábamos la aparición de algún águila grande, y salió de repente la reina de las águilas y después de asustar a perdices, palomas y tórtolas, se posó en la rama de una encina seca, donde pudimos verla acicalarse.
Decidimos seguir hacia Hornachos, las dehesas de la zona son impresionantes, sin duda es por eso que esta zona ha sido escogida para reintroducir al lince ibérico en Extremadura, pero mucho antes de llegar a ese pueblo, Marc dio otra vez la voz de alarma: "está ahí, la Imperial un ejemplar adulto", pero se fue de tal forma que no la pudimos disfrutar. Pero pocos kilómetros después, paramos el coche de nuevo y ahora sí nos deleitamos con nuestra querida aquila heliaca adalberti. Por lo tanto el viaje ha sido un éxito, por que hemos visto casi todo lo que se podía ver, pero además, aprendimos mucho de Marc, y disfrutamos de su compañía y alegría, una gran persona y un mejor guía ornitólogo. Repetiremos experiencia.
Joder! La de veces que habré echo esa ruta en coche y sin percatarme de la naturaleza que me rodeaba¡ En fin, espero ir próximamente con vosotros a la sierra de Hornachos, una lástima no conocerla teniéndola tan cerca.
ResponderEliminarLa pregunta que te haces sobre las otras comunidades, da para otro debate....
Si no hubieran sufrido una industrialización tan grande....¿apreciarían tanto como ahora la naturaleza? En fin, eso es así, otro debate...
Buen artículo. Sigue habiendo gente a la que gusta la naturaleza. Felicidades por el blog.
ResponderEliminarPepe
Las perdices en los tejados me ha parecido una fotografía genial, ¿podría utilizarla para la revista?, ¿eres tú el autor de la foto, Paco?
ResponderEliminarFelicidades!
Adolfo
Pues no, la foto es de nuestro guía Marc que nos la pasó después, pero bueno, no creo que haya ningún tipo de problema en que vaya a vuestra revista digital, ya te lo confirmaré. Y gracias a ti!
ResponderEliminar