Ir a la Sierra de Gredos con Diego y Juan es una vieja y buena costumbre, si a esa le sumamos a Roberto, nuestro amigo asturiano, todo es más interesante, ya que se abre el abanico de conversaciones y eso para nosotros tres, que ya llevamos muchos años (14) yendo juntos al sistema central nos viene muy bien.
Salimos el viernes por la mediodía y nos dio tiempo a comer en casa de Diego y desde allí desplazarnos a Guijo de Santa Bárbara donde comenzamos nuestra ruta. Eran las 16.25 y estábamos andando por el campo, y el calor era insoportable, por eso al cruzarnos con unos enormes castaños y que daban una sombra y un frescor muy agradable, dejamos las mochilas unos 20 minutos para ver si el sol se apiadaba de nosotros, entre los castaños había unos bonitos carboneros comunes que nos entretuvieron con sus intentos de cazar insectos.
Las mochilas pesan unos 15 kg, y eso poco a poco va limando las fuerzas del senderista. El camino, muy pedregoso tampoco facilita la tarea, y el desnivel a superar en 12 km's es de cerca de 1.200 metros, eso hizo que Roberto menos acostumbrado a estas andanzas sufriese mucho en la primera parte, excepto cuando paró y tomó unas jícaras de chocolate, entonces retomó fuerzas y nos dejó a Juan y a mí hablando de nuestras cosas, como por ejemplo, como son las fases de la luna... Bueno, y Diego, que desde que vino de los Himalayas está a otro nivel, de vez en cuando paraba y nos hablaba, el joío.
El caso es que queríamos llegar al refugio de la Angostura, pero tuvimos que parar una hora antes de llegar a la Portilla Jaranda y aún quedaban 45 minutos más para el refugio, así que replanteamos la estrategia y nos quedamos cerca de un regato en el que tuvimos la suerte de reponer el agua. Preparar el lugar para dormir fue difícil, ya que había mucho desnivel y tuvimos que poner piedras con helechos para equilibrar la pendiente, y, quitar otras piedras para que no nos molestasen en nuestras maltrechas espaldas. La noche fue larga, por que la luna reflejaba su luz en nuestros rostros y a mí particularmente me molesta bastante, sin embargo en cuanto se puso, pudimos disfrutar de un montón de constelaciones y de estrellas fugaces, cosas que solo se aprecian cuando duermes al raso.
A la mañana siguiente y tras disfrutar de un té caliente y unas bollas por cortesía de Roberto, nos pusimos a andar, y, "olvidamos" echar más agua en las botellas, por que seguro que en el refugio hay fuente y así nos evitamos subir cargados con más peso. A pesar de levantarnos a una buena hora, nos volvió a pillar el sol y el sudor nos salía a relucir para refrescarnos de cualquier manera. Era un poco desilusionante ver a Diego cientos de metros más allá y uno intentando tomar aire con la boca abierta para abarcar el máximo oxígeno posible, pero las limitaciones físicas de uno a estas edades se hacen más evidentes cuando tampoco te has preparado para esta paliza.
¿Aún no te has aburrido lo suficiente?...